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La dignidad, como valor inherente de la persona, se basa en la Ley natural (o Derecho natural), es decir: conjunto de valores universales innatos al individuo y por tanto anteriores al llamado Derecho jurídico.
Desde una visión religiosa:
No estaría de más recordar que, el concepto de dignidad humana, ha tenido un recorrido variopinto a lo largo de la historia. Durante épocas anteriores dicha valía emanaba de la relación hombre/Dios y hacía del primero un ser “digno” por ser imagen del segundo. Gracias a las cualidades que le fueron otorgadas (intelecto, palabra,…etc.) el ser humano podía manifestar su esplendor y hegemonía sobre el resto de los animales: el hombre era el único ser valioso puesto que Dios le otorgó, sólo a él, las capacidades más nobles para ejercer su predominio y perfeccionar su conocimiento.
El concepto de dignidad era, así, signo de una idea religiosa. Y las razones de su aparición deben inquirirse en el antropocentrismo promovido, en gran parte, por las religiones judeo-cristianas.
Desde una visión contemporánea:
El hombre como causa final y base de su dignidad. A partir de este concepto relativamente moderno surge la idea de los derechos humanos. Se reconoce la superioridad del “animal hombre” sobre el resto de los animales y, a su vez, se “oficializa” el principio de igualdad (Carta de los Derechos Humanos).
El cambio de paradigma es notable: se pasa de castas y clases sociales a una teorética igualdad pero, de facto, permanentemente incumplida y motivo de conflictos sociales (hoy) cronificados en el tiempo. Este problema del ser y de lo que debería ser implica el deber de ser.
Como ejemplo a nuestro quehacer diario surge y se vindica la palabra respeto. Respeto por, para uno mismo y hacia los demás. El ser humano es valioso per se y, por cumplir con esta intrínseca situación, digno.
De este valor fundamental por ser lo que somos, nacen dos conceptos o ramas esenciales del ser: autonomía y libertad, desmarcándose claramente del reino animal. Como podemos entrever, estos dos valores absolutos, fundamentan y vinculan la dignidad humana con una pretendida prestancia natural del individuo.
Hay que destacar, en gran medida, la educación como elemento motivador y estimulador de la voluntad y de la inteligencia. Se obtiene capacidad crítica dirigida hacia la autodeterminación del sujeto: se es consciente de mi identidad pasando a adquirir la condición de ciudadano, por lo que se asumen y reclaman todos los derechos inherentes a la persona.
A la misma dignidad le contraviene la vulnerabilidad por el simple hecho de ser humanos. Lo emocional tiene su razón de ser y más que contravenir a la dignidad la complementa. Somos dignos porque somos vulnerables. El respecto que sentimos, o deberíamos sentir, por el sufrimiento de los demás nos concede el grado supremo de la dignidad. Esa solidaridad innata que nos proyecta hacia el sufrimiento ajeno nos confirma, una vez más, en nuestra dignidad.
¿La dignidad humana nunca ha estado tan amenazada como hoy? O ¿se está en un periodo de expansión hacia su máxima significación?
Como se diría: ¡me contraigo para hacerme más grande en mi dignidad!
Santiago Peña
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Excelente reflexión. El hombre es digno porque es vulnerable, nadie es una isla en sí mismo, las campanas doblan por todos. El ser humano se dignifica reconociendo y la vulnerabilidad propia y del otro. Sólo la solidaridad es humana
ResponderEliminar¡Exacto!
ResponderEliminarGracias, de corazón, Anónimo...
Recibe un fraternal abrazo
Santiago