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Para empezar hay que diferenciar, con
meridiana claridad, que, en referencia a esta metáfora, existen dos visiones,
aparentemente, opuestas pero, a la vez, complementarias a la hora de buscar una
simbología, o enseñanza, de la misma:
- La primera de carácter socio-político, intentando explicar el origen
del nazismo en la Alemania de entreguerras. Se realizó una película
homónima, The serpent´s egg (1977), dirigida por el cineasta sueco
Ingmar Bergman, ambientada en los años 20; en la que expone, con crudeza
existencial, el ambiente desolador, y en descomposición, del Berlín de
aquellos tiempos.
"Nada funciona bien, excepto el
miedo".
(Inspector Bauer)
"Cualquiera puede
ver el futuro, es como un huevo de serpiente. A través de la delgada membrana,
se puede distinguir un reptil ya formado".
(Dr. Vergérus)
- Y la segunda en que, la Serpiente,
está muy enraizada a los estados de transformación espiritual.
En las dos perspectivas, la búsqueda
quimérica de la perfección de la PERSONA,
son el nexo, y punto, en común acerca de esta alegoría metafísica.
En este breve post, nos vamos a centrar,
exclusivamente, en la segunda visión, marcadamente espiritual. No obstante, la
primera, merecería un estudio completo, dada su "vigente actualidad". Por supuesto, recomiendo el visionado del
film en cuestión. Una obra maestra de la cinematografía. Atemporal.
Hecha la breve separación, a modo
introductorio de las dos percepciones, comencemos con la segunda, ya
referenciada.
Desde antes del comienzo de los tiempos,
la Serpiente, ya se encuentra
presente. En una de las versiones de la cosmogonía egipcia se narra lo
siguiente:
"Ocho criaturas con cabezas de rana y
sierpe nadaban en las aguas del Caos antes de que comenzara el tiempo. Ellos
formaban parte de la llamada Ogdóada: Nun y Naunet, deidades del acuático
abismo; Hu y Hechuet, dioses del espacio infinito; Ku y Kuket; dioses de la
oscuridad; Amón y Amonet, dioses de lo invisible. Estos seres nadaron juntos
formando el Gran Huevo que empolló el Creador."
Con posterioridad estará muy arraigada en
los procesos de regeneración; incluso, de alguna manera, se aglutina en nuestro
interior, concibiendo emociones y sensaciones que, en muchos casos, no logramos del todo definir
pero que, de alguna forma, ayudan a encauzarnos y a reconducir nuestras
existencias.
Es como si tuviésemos un huevo en nuestro
interior, gestando; esperando para emerger de la cáscara… y, en numerosas
ocasiones, hemos intuido que el huevo es algo que ya hay dentro de nosotros
pero, otras veces, percibimos que, en realidad, somos nosotros mismos, o una
parte de nosotros, que está oculta dentro de ese "Huevo de Serpiente",
que no termina de abrirse al mundo, quizás por miedo, acaso por menoscabo de
lucidez en determinadas facetas nítidamente anímicas.
Pero ¿por qué se está al tanto que es un
huevo de serpiente? En el fondo se presiente. Así que debemos trabajar y
meditar en ese aspecto asociado a este "temido" reptil, tan incomprendido y repudiado a lo largo de la
historia que, posiblemente, nos ha marcado demasiado; cegándonos ante la
sabiduría ancestral, estrechamente ligada a la naturaleza y a los procesos que
deberíamos vivir en paralelo con el mismo. Desde nuestros primeros ancestros,
la Serpiente, se coligó al mal, cuando,
en verdad, siempre ha sido un emblema
trascendente en la generalidad de culturas a lo largo de la historiografía
humana.
¿Qué advertimos en todo esto? Que debemos
ser nosotros quienes rasguemos ese cascarón; que la Serpiente está tan dormida que no puede nacer por sí misma. Y esto,
realmente, puede parecer paradójico cuando sentimos que somos nosotros quienes
estamos en el interior del huevo, cuando la Serpiente es, esencialmente, un alter ego de nosotros mismos del
cual precisamos renacer. Por lo tanto: se renueva pero, de ningún modo, descompone su naturaleza.
¡Renazcamos,
pues, con fortaleza e ímpetu ante lo que nos ofrece la vida -dada nuestra minúscula,
pero extraordinaria, presencia- en este mundo que nos ha tocado vivir!
A lo largo del tiempo en el que, paulatinamente,
hemos estado haciendo una abstracción en esta cuestión, paralelamente al mismo,
gradualmente hemos ido sintiendo que algo despierta en nosotros, más
sensaciones, más percepciones de lo sutil… que nos hacen pensar que, tal vez,
ya estemos rompiendo, apocadamente, nuestro pequeño cascarón.
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Santiago Peña