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La
ciencia y la tecnología son hijas del tiempo, y no de la Luz. Nada hay de eterno en el progreso y en la modernidad. Lo
efímero es señor del desarrollo (o retroceso) de la imperfecta humanidad. Todo
supuesto avance, dentro del exclusivo (y excluyente) ámbito de la materia, nos acerca
a un descorazonador vacío existencial.
Toda
creación del Alma esta fuera del
tiempo y de la racional comprensión. Emergiendo y llenando por doquier, por
ínfimos y perdidos, todos los recovecos
del ser. Ocupando espacios sin
dimensión; apartando, de un plumazo, la infesta negritud.
Toda
entidad física nada nos aporta, por mucho que nos diga; solo llena, fugazmente,
vacios sin plenitud. Nos ahoga, y asfixia, en el piélago de la inmediatez y de
la vil necedad. Nada bajo el Sol. El mar, el inmenso mar, testigo de sinsabores
y de la tosca parquedad y de la ingrata liviandad. Océano de corazones
maltrechos y rotos. Torturados en laboratorios de artificio y paradigma de la
orfandad.
Antes
del primer destello todo era negritud, por lo que, la penumbra, precedió al albor.
¿Existe la nada en el infinito universo? En el hipotético caso que "así fuese" sería bajo la
indescriptible ausencia de la Luz. La
omnipresente Luz fue, posiblemente,
la primera manifestación de lo que llamaríamos "Existencia", o Ser. Con infinitésima posterioridad
surgió lo que conocemos como Universo.
Como experiencia sublime,
de carácter personal, no hay superior representación de la Realidad que la quietud de una obra pictórica. El movimiento,
aparte de encarnar la mayor expresividad de la vida, nos aboca inexorablemente
a nuestra propia extinción. Todo movimiento deviene de un origen y nos conduce
a un preciso final.
La
totalidad del tiempo no indica ser imperecedero, si no que la infinitésima
fracción, del mismo, es la perennidad. Por lo que las formas, en ausencia de
movimiento, desvelan a la genuina Eternidad.
En cambio, lo efímero, es un subproducto de la permanencia. El conjunto de
(efímeros) procesos cíclicos es prueba palpable de la inmutable perennidad. La Realidad se "materializa".
No
obstante, la Realidad "material" no es la única posible.
Es probable que subsistan incontables realidades. Es decir: tantas como
infinitos receptores. Por lo que deberíamos entender que son todas y cada una
de las que nuestros limitados, y rudos, sentidos sean capaces de percibir.
En
nuestra humana, y breve, existencia somos espíritus intemporales, intentando
razonar, vivir y transitar en una era sin Luz,
y de la obscena glamurosidad. Todos nosotros apartando, torpemente, los
escombros de tiempos ya caducos. Olvidados, y abandonados, en la platónica
caverna de la hastía laxitud. Saturados de Imágenes sin Luz. El averno, todo él, ocupando soberanos, pero limitados, espacios.
Taimadamente usurpados a la humana mezquindad. Se dice, y se propaga, que el
humano ya no es humano. Lo llaman, hábilmente, posthumano. Yo diría: ¡un
pusilánime servil!
Esclavos,
en cadenas doradas, en argollas
plateadas y en esposas de marfil. Trabajo sin pundonor. Descanso en un
quebranto. Diversión por doquier; sin tiempo para la reflexión, sin amor y sin Luz.
Desde de los pasajes de la devastación,
despojada obstinación al sinsabor; diáfana gestión en una superior restitución.
¡Emerjamos
como albures de nuestros destinos!
¡Emerjamos
en inspiradores irredentos de movimientos perpetuos!
¡Emerjamos
en el Todo, emerjamos en el Uno y emerjamos en la Infinitud!
Santiago
Peña
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