domingo, 25 de marzo de 2018

ESPÍRITU SIN TIEMPO; RAZÓN SIN LUZ


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La ciencia y la tecnología son hijas del tiempo, y no de la Luz. Nada hay de eterno en el progreso y en la modernidad. Lo efímero es señor del desarrollo (o retroceso) de la imperfecta humanidad. Todo supuesto avance, dentro del exclusivo (y excluyente) ámbito de la materia, nos acerca a un descorazonador vacío existencial.

Toda creación del Alma esta fuera del tiempo y de la racional comprensión. Emergiendo y llenando por doquier, por ínfimos y perdidos,  todos los recovecos del ser. Ocupando espacios sin dimensión; apartando, de un plumazo, la infesta negritud.

Toda entidad física nada nos aporta, por mucho que nos diga; solo llena, fugazmente, vacios sin plenitud. Nos ahoga, y asfixia, en el piélago de la inmediatez y de la vil necedad. Nada bajo el Sol. El mar, el inmenso mar, testigo de sinsabores y de la tosca parquedad y de la ingrata liviandad. Océano de corazones maltrechos y rotos. Torturados en laboratorios de artificio y paradigma de la orfandad.

Antes del primer destello todo era negritud, por lo que, la penumbra, precedió al albor. ¿Existe la nada en el infinito universo? En el hipotético caso que "así fuese" sería bajo la indescriptible ausencia de la Luz. La omnipresente Luz fue, posiblemente, la primera manifestación de lo que llamaríamos "Existencia", o Ser. Con infinitésima posterioridad surgió lo que conocemos como Universo.

Como experiencia sublime, de carácter personal, no hay superior representación de la Realidad que la quietud de una obra pictórica. El movimiento, aparte de encarnar la mayor expresividad de la vida, nos aboca inexorablemente a nuestra propia extinción. Todo movimiento deviene de un origen y nos conduce a un preciso final.

La totalidad del tiempo no indica ser imperecedero, si no que la infinitésima fracción, del mismo, es la perennidad. Por lo que las formas, en ausencia de movimiento, desvelan a la genuina Eternidad. En cambio, lo efímero, es un subproducto de la permanencia. El conjunto de (efímeros) procesos cíclicos es prueba palpable de la inmutable perennidad. La Realidad se "materializa".

No obstante, la Realidad "material" no es la única posible. Es probable que subsistan incontables realidades. Es decir: tantas como infinitos receptores. Por lo que deberíamos entender que son todas y cada una de las que nuestros limitados, y rudos, sentidos sean capaces de percibir.

En nuestra humana, y breve, existencia somos espíritus intemporales, intentando razonar, vivir y transitar en una era sin Luz, y de la obscena glamurosidad. Todos nosotros apartando, torpemente, los escombros de tiempos ya caducos. Olvidados, y abandonados, en la platónica caverna de la hastía laxitud. Saturados de Imágenes sin Luz. El averno, todo él, ocupando soberanos, pero limitados, espacios. Taimadamente usurpados a la humana mezquindad. Se dice, y se propaga, que el humano ya no es humano. Lo llaman, hábilmente, posthumano. Yo diría: ¡un pusilánime servil!

Esclavos, en cadenas doradas, en  argollas plateadas y en esposas de marfil. Trabajo sin pundonor. Descanso en un quebranto. Diversión por doquier; sin tiempo para la reflexión, sin amor y sin Luz.

Desde de los pasajes de la devastación, despojada obstinación al sinsabor; diáfana gestión en una superior restitución.

¡Emerjamos como albures de nuestros destinos!
¡Emerjamos en inspiradores irredentos de movimientos perpetuos!
¡Emerjamos en el Todo, emerjamos en el Uno y emerjamos en la Infinitud!


Santiago Peña

 

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