domingo, 2 de julio de 2017

CIUDADANOS O PERSONAS


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Las actuales ideologías (ya absolutamente desfasadas) deberán dar paso a nuevas, y verdaderamente humanas, teorías políticas. El actual régimen de partidos, como sistema obsoleto (y corrompido irreversiblemente), está totalmente extinguido y perfectamente "amortizado". Y, fruto de todo ello, es una estafa para la, eufemísticamente, llamada ciudadanía. -Habrá que partir de la base que, por higiene Ética, ciudadano (indistintamente utilizado como adjetivo calificativo, o como un impersonal sustantivo) es una falacia y una burla a la PERSONA, y es una triste y trágica realidad-

 

¡Bien! definamos ¿qué es ser un ciudadano?


Según el DRAE: "natural, o vecino, de una ciudad; perteneciente, o relativo, a la ciudad; a los ciudadanos". La sucesiva ya es más ilustrativa, y nos sitúa en la contemporaneidad: "Persona considerada como miembro activo de un Estado; titular de derechos políticos y sometido a sus leyes". La siguiente es una derivada (referencial) de las anteriores: "hombre bueno (hombre que pertenecía al estado llano)". Y la última es origen de todo lo anterior: "Habitante libre de las ciudades antiguas". -Consideremos a las Polis de la Antigua Grecia-

 

Y ahora, lo mismo, ¿qué es ser una PERSONA? 


De origen latín: persōna 'máscara de actor', 'personaje teatral'. -¡Interesante!-. Otras más genéricas: "individuo de la especie humana"; "hombre o mujer cuyo nombre se ignora o se omite"; "hombre o mujer distinguidos en la vida pública"; "hombre o mujer de prendas, capacidad, disposición y prudencia"; "personaje que toma parte en la acción de una obra literaria"; en Derecho, "sujeto de derecho"; en filosofía, "supuesto inteligente".

¿Cuál es la verdadera división de la sociedad?


Hasta ahora, siempre, se había dicho -y así ha quedado en el subconsciente de los pueblos- "que se reparte en movimientos de derechas (ricos, clase acomodada, aristocracia, grandes empresarios, altos funcionarios, latifundistas, clero y una parte importante de la cúpula militar) y de izquierdas (fuerzas del trabajo, una parte significativa de la, llamada, progresía, mediana burguesía, profesorado el -mal invocado- mundo de la cultura y los -mal citados- desposeídos)".

Este reparto, interesado, ha funcionado durante más de dos centurias. Es decir: desde la Revolución Francesa (1789 - 1799) hasta nuestros días (y con la taimada idea de seguir, así, funcionando "por los siglos de los siglos"). Cuando la verdadera situación de las cosas deja entrever una realidad diametralmente opuesta al statu quo establecido.

El Estado representa la supuesta inmovilidad de un sistema político, aparentemente estable y consolidado. En él no se necesitan cambios; a lo sumo puntuales reformas para una mejor gestión del mismo. Pero, nada más es necesario.

En estas deformes Sociedades/Estados, en las que existencialmente malvivimos, nos “venden” el término ciudadanos cuando, en realidad y sin más, somos PERSONAS. El marchamo “ciudadano” nos brinda la oportunidad de ser, “aparentemente” lo que deseemos ser. Cuando "el ser" no es un deseo sino una necesidad existencial y, por tanto, nuestra innegable realidad.

La clave de todo nuevo movimiento, con una clara y sana situación de revertir el actual (putrefacto y mal sano) orden establecido, consiste en la transversalidad de una renovada civilización/sociedad: más equitativa, más justa, más sana, más espiritual, más humana... Los actuales estándares socioeconómicos no sirven por corruptos, elitistas, perversos, segregacionistas, liberticidas, ultraliberales y, claramente, exterminadores de la PERSONA, como ente único.

No somos ciudadanos: somos, simplemente, PERSONAS. Y mucho menos gente: expresión impersonal, vulgar e insolente, hacia nuestra suprema, y soberana, identidad. Para el resto; para los medios de comunicación; para la gran sociedad, somos, solo, eso: gente.

Nos adoctrinan para que seamos el dos, para que seamos el cuarenta y dos, y para que seamos el ochocientos cuarenta y dos. Nos violentan a serlo. Nos obligan a organizarnos en el numeral; en la cantidad. Y no, en la singularidad; en la entidad; en la calidad.

No somos un "sintético" documento nacional de identidad. Y, mucho menos, usuarios de los respectivos sistemas nacionales de salud. Sencillamente, somos PERSONAS: sanas o enfermas pero, por encima de cualquier otra (peregrina e inmoral) consideración, somos PERSONAS. Como determinante argumento de peso: se viene diciendo, desde ya hace un tiempo, en el "esotérico" mundo de la ciencia cibernética, que la Inteligencia Artificial habrá alcanzado su mayoría de edad cuando su capacidad de abstracción sea "perfectamente" humana. Es decir, cuando se haya creado una máquina que sea capaz de superar el Test de Turing (incluyendo sentimientos y, posibles, errores inherentes a la mente de un ser humano). Así debería ser la reconstituida burocracia de ese naciente Estado (íntegramente) Humanista: más empático, totalmente dulcificado, más amable, más considerado y sensible. En síntesis: un Estado de las PERSONAS; para las PERSONAS.
       
Somos lo que queramos ser. Somos potencia de la libertad. Somos antorchas de una deseable realidad. Somos locuaces barbilampiños de una irrefrenable perennidad. No seamos "torquemadas". Seamos hacedores de una plena libertad. Libertad para poder criticar; libertad para poder disentir; libertad para poder vivir en una genuina paz; libertad para poder vivir en plena honestidad; libertad para poder vivir en una auténtica sociedad de los valores eternos. Coherencia sublime; coherencia soberana; coherencia indiscutible; coherencia serena. ¡Castores de corsés asfixiantes; marineros en mares inmensos; capitanes en océanos excelsos!

Diamantina verdad; pátina de luz; desnudez en tierras negras; en soliloquios de una apetecible infinitud. Así nos sentimos; así dispusimos; así crecimos. Ascendimos como PERSONAS; progresamos como cazadores de conocimiento; nos "enriquecimos" en una innegable, e implícita, sapiencia. Evolución desde el cero hasta el infinito. Origen y final, todo uno. Todos los posibles universos se ubican en nuestra mente: una y transcendente. El pensamiento de cada uno de nosotros es una suma infinita de firmamentos. En él, el tiempo y el espació es pura entelequia. Todo lo crea, todo lo abarca y, si fuese preciso, todo lo sentencia. Sentencia de un programado olvido; sentencia de un aleatorio descuido.

Por todo lo dicho somos, sencilla y llanamente, PERSONAS.

Santiago Peña

Como complemento a este post, recomiendo la relectura del siguiente:

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