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El problema, bajo mi modesta opinión, radica en nuestra notoria irresolución como PERSONAS; estamos incompletos, inacabados... Es probable que nos encontremos en un estadio de franca evolución (o no) pero, a día de hoy, no hemos alcanzado el umbral deseable para decir, sin temor a equivocarnos, que somos identidades portadoras de una real y verdadera Humanidad.
El potencial lo tenemos pero no lo hemos desarrollado. Está por venir el nuevo hombre, aquel que nos arrancará de nuestra esclavitud material, superficial y banal. Somos portadores, pero no desarrolladores, de nuestras capacidades como individuos manifiestamente mejorables. Esta sociedad (corrupta, endogámica y mutiladora de voluntades) nos ha castrado la capacidad de asombro, de esfuerzo, de creernos que somos capaces de hacer lo que nos propongamos empezando por nosotros mismos.
Tiempo atrás pregunté a una PERSONA que, la tengo por Sabia, si ¿estábamos en evolución o en involución? Y la respuesta no fue, para mí, la deseada…Estuvo bien, original y floral pero,…supongo que esa misma PERSONA, tampoco la sabía.
Todo este cuadro, en resumen, nos lleva a un estado de incoherencia existencial permanente.
Insisto: hasta que “el durmiente” deje de serlo seguiremos comportándonos como auténticos mentirosos de nuestras propias trayectorias vitales; el espejo nos seguirá diciendo aquello que queremos escuchar y no plasmará nuestra verdadera realidad.
¡Tanto cuesta reconocernos y decir, llanamente, SOY EL QUE SOY!
¡Veis porque somos incoherentes!
Santiago Peña