domingo, 3 de diciembre de 2023

EL CAOS, COMO UN TIPO DE ORDEN NO CONOCIDO

 
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El Caos, como un "Nuevo Orden”: sin reglas, sin moral, sin ética y sin perdón. Ráfagas fugaces de ignominia y confusión. Ramalazos de sangre extracorpórea, sin tino ni son. Rayos asesinos, por extensión.

El Caos, se proyecta permanente, institucionalizado, legítimo, disimulado y en expansión. Sus “hijas” (la mentira, la infamia, la estulticia, la hipocresía y la humillación) se recrean; bañándose en la sangre de inocentes desclasados; abandonados por una humanidad inhumana, vulgar, pestilente, hipócrita y servil.

Caos: un nuevo orden se pretende, contumaz, único y, activamente, hostil. Un Caos dominante, excluyente. Se podría llegar a decir: que es el “Caos de los otros” (Imre Kertész). Es el Caos de los que, realmente, nos dominan y aplastan. Aplastados, transitamos de noche y de día. A las 7 de la mañana y a las 12 del mediodía. 

Morimos de espíritu; sucumbimos ante el ardor guerrero. La paz, una vez más, se extravió. -¿Algún día habitó?-...

Sacrílegos, los unos; bastardos lo otros: todos unos tiranos de unas vidas que no son suyas; ególatras, los dos. Caos, reinante; dueño de la situación. Cobardes melifluos. Torpes truhanes. Mezquinos encorbatados. Tramposos enseñoreados. Bestias inefables. Devoradores de almas mortecinas. Espíritus extenuados, antes del mismo comienzo. Apagados en sordinas luminiscentes. Fuegos fatuos. ¡Expiación!

Sociedades en descomposición; sin ningún tipo de interés en mejorar al ser humano, que llevamos todos dentro. Pero, sí, en preocuparnos en la constante mejora del resto de animales hermanos. Perros, y gatos, ¡más que ahijados! Todo un sinsentido y una pura traición. Una extrema traición a nosotros, a nuestro linaje y a nuestros ancestros. Con todo, nos lleva a la trágica situación de no asegurar nuestra propia descendencia. Por lo que, se da la real paradoja de tener “hijos” cuadrúpedos peludos; renunciando a la sagrada obligación de la perpetuación de la especie. Eso sí: con hijos no “cargaremos” pero… ¡nos iremos al carajo, rodeados de perros y gatos!

NOTA: Me encantan los perros y los gatos. Ellos no tienen la culpa.

 

Santiago Peña

 

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domingo, 4 de junio de 2023

LA CREATIVIDAD, COMO UN ANHELO DE PERMANENCIA DE LA PERSONA

 

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 La creatividad, como un anhelo de permanencia de la PERSONA,

La creatividad, como un irrefrenable  deseo de seguir existiendo,

La creatividad, como la voluntad de continuar siendo PERSONA.

 

 

¿Cómo surge el proceso creativo?

Desde los primero albores de la humanidad, el proceso creativo ha ido de la mano del progreso de nuestra especie; siendo todo lo mismo.

Por lo que, fruto de la evolución, el ser humano no sería PERSONA, si no hubiese confluido en él la magia de la creación (artística y/o técnica).

Y, por tanto, las mismas leyes de la naturaleza nos “obligan” a seguir perpetuándonos: nos “inmortalizamos” a través de nuestros hijos (y obras). En tanto en cuanto, la vida es continuación, es permanencia; también es tiempo y es espacio. En otras palabras: la vida es un proceso intermedio, y transitorio, dentro de la vastedad de un universo ¿infinito?

La toma de conciencia de los primeros homo sapiens (ante la imponencia de un cielo inundado de luz, de noches repletas de estrellas y de océanos sin final), despertó sentimientos encontrados de insignificancia y de inmensidad; de soledad y de libertad; de temor y de religiosidad; de transcendencia y… de Creatividad. Es por ello que, los intermitentes (e ideales), momentos de plenitud inducen, en la PERSONA, unos fructíferos estados de Creatividad. Y, de igual modo, durante los grises periodos, de un inevitable vacío existencial, la Creatividad se ausenta. La PERSONA (artista y/o técnica) se siente vacía… y nada aporta.

  

Necesitamos crear para poder seguir existiendo

El arte, como una senda más allá de la creación. El arte, como un paso más en la inmortalidad. El arte, como un acto de transcendencia. La intuición, como un primer arranque en el proceso de creación. El instinto, como un modelo impuesto por la propia naturaleza. Por lo que se establece una nítida semejanza entre instinto (como una orden de creación o de perpetuación de la especie) e intuición (como el arte de la comprensión sin necesidad de regirse por el razonamiento).

La Creatividad, como sinónimo de origen: el ser original, como un acto de permanente creación. Por lo que, las obras de arte (reconocidas como tal), son únicas y, por lo tanto, originales. No se puede dar la repetición y, las mismas, serán juzgadas por lo que proyecten y por la huella que sean capaces de plasmar. La admiración (o no) que (supuestamente) conciban se llamará calidad (artística y/o técnica).

En un principio todos los seres humanos, en mayor o menor medida, somos creativos. A una gran mayoría se les calificará como  “creadores” instintivos: asimismo, llamados progenitores. Y, a unos pocos (además de –posiblemente- ser padres) se les considerará creadores intuitivos. También, citados como artistas, ingenieros, arquitectos o, simplemente, creadores.

No obstante, y un punto muy importante a destacar, la creatividad (al final de su desarrollo) no tiene porqué obtener (obligatoriamente) una finalización marcadamente positiva de esa misma creatividad, forjada en una creación.

Y, por último: el poder ejercer la independencia (técnica y/o artista), por encima de la opinión de los demás, dota, a esa misma PERSONA (artista y/o ingeniero), de un plus de originalidad; certificando su, presumible (o no, necesariamente), calidad. Todo ello, teniendo en cuenta, y como siempre, que, la calidad, es otorgada, por parte del observador (crítico de arte o público, en general), como una mera apreciación de carácter, estrictamente, subjetiva.

 

Santiago Peña

 

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domingo, 9 de abril de 2023

LIBERTAD Y FELICIDAD; LO HUMANO Y LO ETERNO

 

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Introducción:

 

La PERSONA, en su (teórica) trayectoria ascendente hacia la humanidad, se encuentra, irremediablemente, con su eternidad, con su transcendencia y con su luz. Lo Eterno nos hace humanos, madurando como PERSONAS, espiritualmente anhelantes de Sabiduría y de Paz. De una paz deseada; perpetua, de este a oeste y de norte a sur.

¿La Felicidad? La Felicidad, es otra cosa. La Felicidad es la hermana olvidada de la Libertad. ¡La Felicidad! La Felicidad, a lo largo de nuestras cortas vidas, son fragmentos, temporales e intensos, de bienestar. Por todo ello: habremos vivido, o no. Pero, moriremos, este es nuestro seguro final. Posiblemente viviremos en el recuerdo de las PERSONAS que nos amaron (y que nos padecieron). Seremos recuerdo de nuestros allegados. Seremos eternos. El pensamiento de uno se extinguirá, como gotas en el mar. De un mar imperecedero. De un mar azul. De un mar de amor. Seremos partículas; pereciendo en la inmensidad de un océano de deseos y silencios. De un silencio adormecido por las olas de un mar difuso. De un mar interior. De un mar de pensamientos póstumos. Los últimos serán los primeros. Los primeros serán los últimos, en un ocaso sin final. De liberación, en fin.

La Libertad, al igual que la Felicidad, son dos estados (emocionales) agudos e ilusorios. Es decir: relativos y efímeros. Normalmente, de corta duración y mutuamente interactivos. No obstante, existe un reducido número de PERSONAS que (exclusivamente), desde la espiritualidad, pueden llegar a establecer un estado permanente en el tiempo; combinado de Libertad y, consecuentemente, de Felicidad. En cambio, la otra (la libertad material), ésa es exclusiva de unos pocos. Y no necesariamente viene acompañada de una sincera y plena Felicidad.

 

La Transcendencia como un potencial camino:

 

 

Viajo y no me muevo; no viajo y me muevo

El movimiento, tanto el material como el espiritual, nos provoca una sensación de Libertad. Y así, esa encumbrada impresión de Libertad, nos induce una cierta Felicidad. No hay límites: ni espaciales ni temporales. Todo es movimiento, y, a la vez, quietud. Y de esa quietud se consigue la Paz. Una Paz infinita y eterna; rebosante de Felicidad.

 

La Libertad y la Felicidad, sí son posibles


Toda PERSONA que percibe, en un momento dado de su quehacer existencial, un nivel de Libertad, tanto si ésta es adquirida como innata, puede llegar a obtener (más o menos) un estado de sublimación, satisfacción o éxtasis, también llamado vibración, y, por tal motivo, logrará a alcanzar, lo que se conoce como, la Felicidad.
 
Destinos ignotos. Esotéricos destinos. Nada sabemos: ¡ni el primer serafín! Luces desvanecidas en vida, brillando en un flamígero fin. Somos soles moribundos, desde nuestro primer albor. Velas ínfimas. Pero, siempre, luces. Pequeñas o grandes: destellos etéreos, luminiscencias sempiternas. Pináculos refulgentes, incorpóreos, cumbres de la excelsitud. Almas ascendentes en un traslado de ida; sin remisión. La luna de la vida llora nuestra partida, sabedora que se extraviaron los billetes de vuelta. De un regreso imposible, de un quimérico viaje liberador… 

Nada hay más humano que la PERSONA moribunda, consciente de su fehaciente final. De un final sin fecha de caducidad. Alientos redentores, espíritus humanos, hálitos de luz. De una luz que se desvanece en el presente pero permanecerá en la memoria colectiva de toda la humanidad. La humanidad es una y universal. Por lo que la humana presencia de uno es motivo de felicidad de deudos, de padres y de hijos. De una Verdad perfecta. Porque la Verdad es perfecta; no así la interpretación que unos y otros dicen tener de ella. La Verdad es una. La Verdad no se posee: ¡la Verdad, es!

Y, esa misma Verdad, nos habla, nos acuna, nos embelesa, nos adormece y nos acompaña. Como plañidera enjuta, como estrella adormecida; sumida en una quietud bella. En una eterna y completa quietud.

 

Conclusión:

La verdadera Libertad y, por ende, una Felicidad perdurable en el tiempo, las dos, han de ser inquebrantables, armónicas; luminosas, desde las primeras luces del alba hasta la finalización de ese mismo día. La PERSONA, como una partícula más de la Naturaleza, es parte de ella; se debe a ella. Ha de amarla, ha de respetarla y ha de honrarla.

Su grandeza: la intangibilidad de una existencia plena.

Y, su culmen: la insignificancia material de las cosas.      



Santiago Peña

 

 

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