sábado, 22 de agosto de 2015

VACÍO Y PLENITUD


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La fe en "algo" es consustancial a la esencia misma del pensamiento humano. Y resultado de un claro, y evidente, Vacío existencial el hombre hizo a Dios. Las religiones son su consecuencia. Por este principal motivo, posiblemente, el hecho religioso precedió a la reflexión filosófica...

A esa divinidad, necesariamente creada a imagen y semejanza nuestra, se la inviste de aquellos "superpoderes" que la misma humanidad carece, como son: la inmortalidad, la omnisciencia, la benevolencia, la omnipotencia,... etc. Es decir: de todas aquellas propiedades que el género humano, por su propia constitución finita, jamás podrá llegar a poseer.

Gracias a esta "magia antropológica" (imaginación infinita, idealización, frustración y un anhelo irresistible de protección): creemos, porque queremos creer; deseamos creer; necesitamos creer. Creer en nosotros mismos; en un Ente (que no sabemos lo que es) superior a nosotros. En una Entidad Cósmica que nos supera, que nos traspasa, que nos inunda, que nos arrebata... pero que, a la vez, nos "protege", nos "consuela", nos brinda la fuerza que necesitamos en momentos de cruda e intensa debilidad. Ante todo esto, Dios es la réplica a nuestras exclamaciones; ante el sufrimiento. Esa fuerza está ahí; nos es propia (esotérica); nace de nuestro interior más profundo... pero la gran mayoría desconoce... desconoce porque "no se conoce"... ¡porque no nos conocemos!

En nuestro albor, producto de una primigenia (e inmadura) transcendencia, fuimos "creadores" y, a su vez, nos dejamos poseer (seducir) por el "fruto de nuestra propia creación". Ese "Ser" se hizo dueño del devenir de todo el Universo; usurpando, desde ese inmemorial instante y para siempre, las riendas de nuestros destinos... El "Hijo", habiendo tomado conciencia de su infinito poder, nos arrebató la memoria de nuestra "paternidad", de nuestra "Edad Dorada"...  Fuimos testigos de la pérdida de nuestra inocencia; descubrimos, súbitamente, un deseo irrefrenable de adquirir Conocimiento… ¡Y así seguimos!
 

Somos Consciencia y somos la propia Divinidad

Dios es la síntesis de las potencialidades humanas. Dios es la Perfección substanciada en la que se proyecta la humanidad. Vacío es lo que siente la especie humana; Plenitud es lo que nos tramite Dios.

A partir de ese "desconocimiento"... La PERSONA, en graves momentos de crisis y de extraordinario dolor, se reactiva. Se reaviva gracias una "fuerza misteriosa" que muchos la llaman "divinidad" y otros tantos "Fuerza de Espíritu". Por todo ello, creyentes, como no creyentes, necesitamos de un "dios personal". Para unos será "el revelado" y para los demás será "el interior" (nuestro Daemon socrático).

Soy de la opinión que, incluso los que se autotitulan agnósticos (ateístas axiológicos), son practicantes de su "particular religión". Honestamente creo que, todos (de una manera u otra), somos portadores de una única (y "verdadera") religión: "la nuestra". Por lo que diríamos (y sin incurrir en una falacia): que existen tantas religiones como seres humanos en el mundo.

Por lo tanto: no se puede ser ateo de uno mismo. Se asume, a menudo, que las PERSONAS que se autodefinen como ateas son irreverentes e incrédulas (librepensadoras). Por todo ello, desde las religiones oficialistas (principalmente abrahmánicas), rebaten la "presencia" de una divinidad particular (endógena). Sostienen, y se reafirman, que debemos seguir estando subyugados -como deudores perpetuos de su infinita bondad- a la voluntad arbitraria de ese Dios... De ese mismo Dios que nada hace por nosotros,... ¡porque, por nosotros, nada hacemos!


¿Se puede vivir espiritualmente sin la necesidad de creer en un dios?

De alguna manera es viable especular sobre una praxis espiritual; no estando taxativamente subordinada a lo que entenderíamos por una religión instituida y sin menoscabo de seguir manteniendo los cánones (o no) de una cierta tradición. La Mística Filosófica es una clara muestra de otros posibles caminos para poder llegar a las más altas cumbres de la espiritualidad. Y la Música, una fiel compañera de viaje.  

También, a través de nuestra cotidianidad, existe una parte importante de mujeres y hombres, que se sienten atraídos por un "sentido de la trascendencia" que, en muchos casos, se vivirá, por ejemplo, a través de la  experiencia artística, algunos como creadores (emisores y receptores al unísono); otros como simples observadores (receptores). Cuando nos sentimos transcender al contemplar la belleza de una obra de arte, propia o ajena, lo llamaremos: "ponernos en contacto con la Consciencia Cósmica" (los otros dirán: "ponernos en contacto con la Divinidad"). Sin más nos unimos a ella; vivimos plenamente el hecho místico. Se puede llegar a sentir una fuerza (o atracción) mística siendo no creyentes. Es decir: no reconocer un Dios y por ende no estar al amparo de ninguna religión.

En conclusión: La Espiritualidad es la respuesta a un manifiesto, e inequívoco, deseo de emancipación del ser.

Debemos recuperar nuestra Esencia, revelarnos -¡decididamente!- sin miedos, sin titubeos. Dios existirá siempre que se quiera que exista. Muchos lo necesitan: les es más cómodo. Otros ya gozan de su propio Espíritu; verdadero poder de la PERSONA.


Santiago Peña


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domingo, 9 de agosto de 2015

RENUNCIAR A NUESTRA ESENCIA


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Renunciar a la Libertad ("a nuestra Esencia"); a la Libertad de ser uno mismo. No estamos preparados -ahora y, posiblemente, nunca- para vivir plenamente en Libertad. Preferimos sentirnos "protegidos", tanto a nivel material (el Estado), como a nivel espiritual (la Religión).

El miedo a lo desconocido, en sus múltiples facetas, nos hace ser dependientes de otros (héroes, señores de la guerra, caudillos, reyes, sacerdotes, líderes carismáticos, dictadores, gobiernos, imanes, instituciones, chamanes, emperadores, patriarcas y/o estados).

Por este, principal, motivo delegamos, y reconocemos, Autoridad en aquel que percibimos que está más, y mejor, preparado que el resto de nosotros...

El que aprecia que ostenta el Poder ejerce la Autoridad de una forma natural. Y, por encima de todo, se debería considerar libre pero... ¡No es así! ¿Por qué? Por el sentido de Responsabilidad.


Todos reclamamos Libertad, pero nadie la disfruta


El ejercicio de Autoridad,  por parte del "poderoso", conlleva obligaciones que, tanto los "protegidos" (tutelados) como los "protectores" (tutores), asumimos en su justa medida. Por lo tanto: todos nos sentimos protegidos, pero no libres, y, en casos extremos, esclavos...


La Libertad como culminación de la Humanidad; 
la seguridad nuestra trágica Realidad


Santiago Peña



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