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Nuestro pensamiento ve todo lo que no ven nuestros ojos
Antes de buscar,
hagámonos las siguientes preguntas para, así, poder encontrar una posible
respuesta:
¿Qué es religión? ¿Qué
es mitología? ¿Qué es simbología? ¿Qué es filosofía? ¿Qué es ciencia? ¿Qué es
metafísica? Y ¿Qué es cosmología?
Todas tienen la misma
contestación: Hallar un potencial sentido a nuestras
existencias. Diferentes caminos para un mismo resultado. Y, sobre
todo (fruto de nuestra individualidad), hay tantos caminos como PERSONAS en
el Universo.
La mente humana se
rige por un número limitado de conceptos (o cuestiones irresolubles) que son
una constante en nuestro acontecer histórico: Eternidad, Dios, Vida,
Muerte, Soledad, Vacío, Tiempo, Espacio, Cosmos, Alma… (Hay muchas más
pero, creo que, éstas son las más significativas).
«Lo esencial es captar el verdadero sentido y
convertirse uno mismo en el verdadero sentido»
Yalal ad-Din Muhammad
Rumi
Solo desde un estado
de plenitud podremos llegar a vislumbrar (remotamente) una posible Realidad,
para nada fenomenológica pero sí trascendente. La visión del mundo deberá estar
fuera de los límites del género humano.
La Realidad no
existe. Somos (re)creadores de mundos aparentes y falsos.
El conocimiento acerca
de la Filosofía Perenne alude a la existencia de un total
vínculo de Verdades y Valores (Eternos) comunes
a todas las civilizaciones, culturas y pueblos. La expresión fue usada,
primeramente en el decurso de siglo XVI, por el filólogo, anticuario,
bibliotecario apostólico en la sede pontificia, obispo de Kissamos
(Creta) y filósofo italiano Agostino Steuco (Gubbio, 1497 – Venecia, 1548), en
su libro titulado: “De perenni philosophia libri X” (1540-1542),
en el que la Filosofía Escolástica (la imperante de aquel
momento) era contemplada como la cúspide de la sapiencia de la cristiandad y en
la que la totalidad de las restante corrientes filosóficas se asentaban, de uno
u otro modo, en torno a la misma.
Con posterioridad,
este mismo pensamiento, fue asumido, de forma entusiasta, por el matemático y
filósofo alemán Gottfried Leibniz (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14
de noviembre de 1716), quien la empleó para investir la Filosofía común,
y perpetua, que se esconde en todos los cultos religiosos, y fijada, invariablemente,
en su propias corrientes místicas. Esta misma expresión fue divulgada, a
lo largo del pasado siglo, por el novelista y ensayista británico Aldous Huxley
(26 de julio de 1894, Godalming, Surrey, Inglaterra – 22 de noviembre de 1963,
Los Ángeles, California, Estados Unidos) en su libro homónimo: “La
Filosofía Perenne” (publicado en 1945).
Acerca del término Tradición
La coexistencia de un estado inicial (representado por un contexto
intelectualmente distinto, de aquel, al de los periodos siguientes) en la que
la PERSONA se encontraba en correspondencia consciente con
la Inteligencia Cósmica y con su Principio, y
el sistema (destello mental de la fase de estabilidad y de Conocimiento)
que caracterizaba esta época desaparecida, son el argumento de esta
transmisión, al mismo tiempo del conjunto de leyes externas reservadas en
conservar el entorno y a la humanidad en Armonía con las Leyes
del Cosmos, de las que no son sino una individualización y una aplicación
de las ciencias “especiales”; también, ellas, aplicaciones de un
equilibrio circunstancial de la escuela estrictamente Metafísica.
De igual forma, la
preexistencia de esta, ya mencionada Filosofía Perenne, es el
fundamento primigenio de la tradición (lo que se transmite), sintetizado
en las obras de los pensadores del siglo XX, como el matemático, masón,
metafísico, y esoterista francés René Guénon (15 de noviembre, Blois, 1886 - 7
de enero, El Cairo, 1951), el también metafísico, pintor y poeta, Frithjof
Schuon (18 de junio de 1907 – 5 de mayo de 1998), al igual que el erudito
en Arte Oriental y escritor indio Ananda Coomaraswamy (Colombo, 22 de agosto de
1877 – Massachusetts, 9 de septiembre de 1947).
Antecedentes históricos
El Judaísmo (como primera-mater religión), el Cristianismo (consecuencia de
la ruptura con la anterior) y el Islam (compartiendo lugar y tiempo con sus
predecesoras), constituyen los fustes de los que han venido en llamarse los
tres grandes cultos monoteístas. Las estrictas fidelidades de aquel
período, de igual manera las variantes protestantes como la católica, se
contrapusieron a la Gnosis (Conocimiento
del Mundo, o Entendimiento Verdadero). Es decir, todos ellos combatieron a la
causa primera de donde brota la Sapiencia del mensaje cristiano, un Saber que Jesucristo
transfirió a su seguidor amado, cuando, en la última Cena, éste se reclinó
sobre su pecho. Fue en aquél instante cuando, según la Tradición, recibió el don del cielo o el Conocimiento de la
Salvación.
Principios esenciales
El vocablo “Philosophia
Perennis” fue otorgado, como ya hemos mencionado con anterioridad, por Leibniz
a un fundamento que va más allá de la sistematización y del discurso
racionalista. Lo cual no es obstáculo como para que no alcancemos en señalar
tres perceptibles conjeturas a las que encomendarnos:
- Sería, en primer lugar, la Metafísica que nos revela el manto de lo ficticio; señala la Divinidad en la Vida, en el Pensamiento y lo que se haya, verdaderamente, detrás de la apariencia material.
- Asimismo sería la psicología que nos redime del Alma y de nuestra cada vez más recóndita Esencia Divina.
- Y en conclusión, igualmente en el acto, aquella Ética que someta toda obligación a una sola, la interpretativa y conocimiento espiritual de toda sustancia y más allá de los límites del Ser.
“contenidos y prácticas trasmitidos durante siglos que
mantienen abierta una vía de acceso a la verdad absoluta del hombre y la
relación de este con Dios y la creación. Esta Tradición es única para toda la
humanidad (Traditio perennis), y se manifiesta de forma superficialmente
distinta en los diferentes pueblos y religiones, variando según el contexto,
pero manteniendo siempre intacta la parte interior o esotérica que es
inalterable e incomunicable (pues precisa de la propia experiencia o iniciación).
La cadena se rompe con la época moderna, en la que se pierde (se esconde) la
Tradición verdadera y solo persisten sucedáneos (a vistas de los no iniciados)
que no remiten a ninguna realidad trascendente, pues se trata sólo de
manifestaciones físicas reproducibles, y no de realidades interiores que se
externalizan a través de múltiples formas, ajustándose a los límites
establecidos por la misma tradición”.
René Guénon
Por lo tanto, y en
consonancia con los basamentos de la Filosofía Perenne, todos los
pueblos (invariablemente) de otros saberes y periodos han cursado, e inscrito,
apreciaciones similares sobre la constitución de la Realidad,
el Yo, la Naturaleza y el sentido, y designio, de
la Existencia. Estas semejanzas se dirigen hacia unos profundos
principios ecuménicos; instituyéndose en el diario pedestal de un gran número
de religiones. Las desigualdades entre estas apreciaciones cardinales manan de
las divergencias entre los diferentes conjuntos de Conocimientos humanos
y se pueden llegar a razonar al albor de estas mismas supeditaciones
culturales.
Omne quod est idem
(Todo es lo mismo)
Entre estas
apreciaciones se hallan las subsecuentes aseveraciones:
- La PERSONA irradia la esencia de esta Realidad dual: por un lado, el cuerpo material, se encuentra subyugado a las leyes físicas del nacimiento y la muerte, el otro semblante de la existencia humana no se halla subordinado al crepúsculo o al quebranto, y es análogo a la inteligencia o al espíritu, que es el núcleo del Alma humana. En el actual occidente, esta segunda faceta, o Realidad, ha sido, repetidamente, pasada por alto o ignorada.
- Todas las PERSONAS poseemos unas capacidades innatas, que sin embargo no son usadas y por tanto están claramente anquilosadas, para la apreciación instintiva de la estructura de la Realidad y de la Verdad Última. Este Conocimiento es el fin postrero de la humanidad, y su actuación y progreso son el sin igual plan de sus existencias. Los grandes cultos religiosos aspiran a instaurar (o restaurar) el sagrado vínculo entre el Alma y esta ulterior y más alta Realidad. Dicha Realidad, en las religiones Abrahmánicas (Judaísmo, Cristianismo e Islamismo), es llamada Dios; Dios es el principio y fin de todo lo existente. En los cultos no-teístas, semejantes como Budismo, Jainismo y Taoísmo, lo último, o lo absoluto, está determinado de una forma algo distinta.
- El Universo corpóreo, o de los fenómenos, no es la sublime Realidad; existe una desigual Realidad no-corpórea. El mundo de la burda materia es la sombra de una Realidad excelsa que no consigue ser alcanzada por lo sensitivo, pero el espíritu y el entendimiento humano proporcionan la prueba de ello en su más recóndita naturaleza.
El hecho Místico, como vía directa de unión con el Cosmos
Lo Místico como lo más
puro, profundo, oculto, íntimo y esotérico del Ser y fase última de perfección a
través de una unión directa entre la PERSONA y el Cosmos. Estos
discernimientos sistémicos se especulan que son lícitos, o íntegros, gracias a
su firmeza y a las claras analogías entre ellos, empero de sus frecuentemente
principios aparentemente aislados.
De acuerdo con Aldous
Huxley, la Filosofía Perenne “es la metafísica que reconoce
una Realidad divina sustancial al mundo material, a la vida y
a las mentes; la psicología que encuentra en el alma algo similar, o incluso
idéntico, a esa Realidad divina; la Ética que
sitúa el objetivo final del hombre en el conocimiento de la Base inmanente y
transcendente de todos los seres; lo que es inmemorial y universal. Los
rudimentos de la Filosofía Perenne se pueden encontrar entre
la tradición popular de pueblos primitivos en todas las regiones del mundo, y
en sus formas completamente desarrolladas que han tenido su eco en cada una de
las grandes religiones” ("La Filosofía Perenne",
p. vii).
¿No es justo exponer a
continuación de esto que hay, como así enunció Leibniz, una especie de Filosofía
Eterna, “perennis quoedam philosophia”, que instituye el
nexo necesario de la ciencia y de la religión y, en definitiva, su innegable
unicidad?
"Particula in minima micat integer orbis"
(“en la partícula más pequeña se encuentra el reflejo del universo entero”).
Gottfried Leibniz
Fruto concluyente que, dado el signo reduccionista y absolutista de la modernidad, estas “rivalidades” no fueron concebidas (o asimiladas) como una complementariedad -como así coexistían (y coexisten) para la comunidad tradicional- sino que se arrogó su perfecta irreconciliabilidad y por tanto la incondicional hegemonía de uno de los cabos sobre el otro. Es esta irreconciliabilidad entre los opuestos la que ha conformado el perfil exclusivo (y excluyente) de la modernidad, dirigiéndola inevitablemente, a los ideales de competitividad, control y superioridad, ideales en que, como ya hemos dicho anteriormente, lo diferente encarna un peligro, una amenaza, que debe ser implacablemente anulada.
Corolario
Nos repetimos, nos repetimos y, una vez más, nos repetimos. Seguimos sin
saber nada… o muy poco de la PERSONA, de todo lo que representamos, y del COSMOS, en general.
Es preciso retornar a
nuestras fuentes más primordiales. Mito y Logos son dos formas de ver el mundo
(para nuestra cultura occidental) que, desde hace más de 2.500 años, se
contraponen.
Parte del Conocimiento
Universal -y, por qué no, de la Sabiduría- se halla
disperso en múltiples rincones del mundo y, sobre todo, del Universo: verdadero
receptáculo de todo lo que ha sido, es y será.
Conforme nos miremos,
más, hacia nuestro interior, más nos encontraremos; conforme recuperemos las
primeras enseñanzas, más cerca nos hallaremos del Verdadero
Conocimiento; de la genuina Sabiduría en todo su
esplendor.
Entonces, ¿qué
somos? El resumen completo del Universo.
Conocemos el agua
porque somos agua, conocemos el fuego porque somos fuego, conocemos el aire
porque somos aire y conocemos la tierra porque somos tierra. Por lo que todo el
conocimiento del mundo está en nosotros…
Seguir creyendo en
nosotros... y aceptar y aceptar. El final creemos saberlo… Y el principio
también…
Somos elementos
tántricos esencialmente musicales. No hay nada más puro, dentro de la
comunicación transcendente, que un Poema de Luz:
Simple Vibración,
Música Eterna,
Circular, perfecta,
Sublime, excelsa.
Despertad,
Despertad,
Luz imperecedera,
Alma Divina,
Alma Eterna.
Santiago Peña
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