sábado, 24 de enero de 2015

LA ESPIRITUALIDAD COMO REIVINDICACIÓN DE LA PERSONA


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Las PERSONAS, por definición, somos seres religiosos (gregarios) pero, a la vez, únicos. Es decir: somos individualidades con un transcendente sentido de la Espiritualidad.

La naciente Humanidad, como respuesta a este "compartido" vacío existencial, (re)creó todo un mundo de entes mágicos, cuasi perfectos y ultraterrenales (a todo lo que no se entendía se le dotaba de un carácter mistérico). El hecho religioso fue la definitiva respuesta a toda esta panoplia de "seres divinos".

Ha día de hoy (y siempre) somos "tazas vacías"; somos la Potencia; somos la búsqueda permanente de la Plenitud. Siempre vacantes; jamás saciadas... Y como cambio de tendencia, a lo largo de toda la centuria pasada: La substitución de la Metafísica por una Teología "descafeinada" implicó un incipiente (y continuo) derrumbe de Espiritualidad en todo el orbe occidental.

Somos creativos cuando padecemos crisis de todo tipo, cuando nos inunda la soledad, cuando sentimos el vacío de nuestras incompletas existencias,... cuando necesitamos ir en busca de la Luz. En definitiva: cuando nos sentimos cubiertos por una pertinaz oscuridad y, a la vez, "sufrimos" la crisis cíclica de la quimérica Perennidad.

Las ovejas, todas, se durmieron y yo... sigo despierto...


Somos Materia (Apariencia) y somos Espíritu (Substancia). Somos Sensibilidad; somos generadores de Espiritualidad. Somos místicos, soñadores, inmaduros, reprimidos insaciables... ¡Somos pura contradicción!

Hoy el Materialismo, como doctrina imperante, (casi) todo lo alcanza, (casi) todo lo controla... ha desnudado a la PERSONA. EL ser ha sido vilmente violentado, ultrajado,... Todo por una posición social, todo por el prestigio, todo por el dinero, todo por el poder, todo por la fama... ¡Todo por nada! Por todo ello, occidente ha desterrado a (nuestro) dios (interior) y ha pretendido "convertirnos" en dioses... ¡Y nos hemos creído dioses!... El Consumismo, como meta de una supuesta (y falsa) Felicidad: Más tengo; más deseo... ¡Y más vacío me encuentro!

¡Nada tengo y nada deseo! La Felicidad se empezará a vislumbrar en el momento que nos encontremos llenos de nosotros mismos. El deseo de repartir, de compartir nuestra desnuda Presencia... ¡Y poco más!

 

Nosotros somos el único, y verdadero, Valor


En nuestro proceso germinal, aparentemente, procedemos de la unión de la Materia pero, en el preciso momento que tomamos conciencia de nuestra Presencia en el Universo adquirimos nuestra verdadera Identidad, asumiendo la prístina esencia de nuestro ser... Somos Individualidad; somos Espiritualidad.

En cambio, somos "esclavos" de nuestra "durmiente" Existencia; somos (nuestros) carceleros; somos (nuestras) víctimas; somos (nuestros) liberticidas... ¡Idiotas postmodernos!

Debemos rescatarnos. Es justo rehabilitar el ser esotérico, puro y más querido. Es preciso, en gran medida, "renunciar" a lo Material para recuperar nuestra Dignidad.

¿Dónde se haya la Libertad; dónde la Dignidad; dónde la anhelada Felicidad? Sólo se pueden encontrar en el único, e inviolable, lugar que jamás nos arrebatarán: ¡En nuestra Alma! Por encima de cualquier circunstancia, somos Alma; somos Espíritus Libres; somos Conciencia de nuestra propia existencia; somos Dignidad y somos "albaceas" de nuestra propia Libertad.

  

Vivamos en la Virtud y, posiblemente, alcancemos la anhelada Libertad, percibiendo (de una forma natural) una cálida Felicidad 


 

Santiago Peña

 

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