domingo, 26 de febrero de 2017

CULTURA Y TRADICIÓN



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Nuestras vidas transitan y la Cultura perdura; las generaciones se cruzan y la Tradición permanece


El cultivo del Alma con la intención de transcendencia se llama Cultura. Cuando se establece una relación intergeneracional de persistencia se conoce como Tradición.

La Naturaleza es Sabia y, a la vez, terca. Siempre que pueda se negará a aquello que pretendamos imponerle. Por ejemplo: de una mula, de ningún modo, se podrá llegar a obtener una yegua de carreras, si bien podrás llegar a forjar una gran mula. Y de eso se trata: hay que aprender, permanentemente, a ser quien eres. De la constancia y la rectitud se pueden llegar a obtener excelentes resultados. De la inconstancia, del no reconocimiento de nuestras limitaciones, de la inmediatez, de la testarudez y de la deshonestidad no obtendremos nada; como mucho nada positivo.

La actualidad pasa; la Tradición perdura. Lo moderno corre y se desvanece con la misma inmediatez que en su primer, y ya olvidado, resplandor. Y, en muchos casos, se repiten cíclicamente, como las olas del mar. En cambio, la Cultura es lo que permanece. No hay nada más fugaz que la misma modernidad, con sus modas impuestas y evanescentes. Los estilismos van y vienen, pero no nos hacen progresar; no evolucionamos; no maduramos y no crecemos como PERSONAS y, por derivación, como colectividad.

Toda gran Cultura surge de la destilación, o sublimación, de preciados caldos, procediendo a su fermentación, posterior maduración y dándose a probar hasta que la comunidad, de donde procede, les otorga el estatus de macerado conocimiento para un feliz, y continuado, provecho de la misma sociedad.

Las PERSONAS nacen, estudian, asimilan, laboran, proyectan, crean y mueren, pero sus obras continúan y, con ellas, su Cultura. La Tradición deviene en Cultura cuando es compartida, con carácter de persistencia, por todo un grupo humano. Las obras (de arte, arquitectónicas...) son Cultura, y son Tradición, cuando traspasan los límites (espaciales y temporales) de su creador.

Pero, no todo es Cultura. Lo efímero no es Cultura; lo inconsistente no es Cultura; lo chabacano, y vulgar, no es Cultura; las lentejuelas no son Cultura. Por todo ello: Hollywood no es Cultura. Y por este motivo, el cine actual (por mucho que, una gran mayoría, lo envuelvan de Cultura) es, mayormente, industria. Los mismos cineastas lo reconocen. Es una efectiva, y fructífera, industria del entretenimiento.

En cambio: "las Cuatro Estaciones", de Vivaldi, sí es Cultura; "las Meninas", de Velázquez, sí es Cultura; el "Poema de Gilgamesh", sí es Cultura. En definitiva: Son Cultura y son Tradición.

Adaptación y equilibrio son las bases de la Tradición. Debemos adaptarnos, pero manteniendo las esencias que nos identifican y nos dotan de una consistente alianza, sin fisuras y permanente, con lo Eterno. Y, así de esta forma, alcanzar el anhelado objetivo de lo sublime y de la plenitud espiritual. La soledad existencial, en la que transitamos, quedará, en grado importante, armoniosamente mitigada.

La Eternidad es la continuidad asegurada, y es la certificada persistencia de memoria y obra, de Cultura y Tradición; de poner en permanente unión a la PERSONA con la Divinidad. De esta mística unión se asegura un vínculo sagrado de lo humano con lo divino; del Ser con el Cosmos; de la PERSONA con su Luz.

En esto radica la Cultura, y en esto consiste la Tradición: dotar de significado el quehacer vivencial de la PERSONA, su lugar y de su sagrada misión, en el infinito espacio tiempo.

Pasarán un billón de años y la Luz permanecerá; pasarán un billón de años y nuestras Almas pervivirán. Todo recuerdo es el reflejo de la Luz de millones de estrellas fugaces que, en algún momento de nuestras limitadas existencias, fuimos PERSONAS.

  
Toda Luz ilumina la totalidad del universo, por ínfimo que sea su resplandor


Santiago Peña


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