* * *
Veritas enim non tacebo
¿Qué es la Belleza; qué entendemos acerca de ella?
El
término Belleza, en efecto, es
ambiguo (de Espíritu, Estética, Literaria, Matemática, Natural, Mistérica, Musical,… etc.)
y, como es obvio, generadora de múltiples definiciones. Luego, no nos limitaremos
a copiarlas del D.R.A.E. si no que intentaremos ir un poco más allende.
Toda
PERSONA, animal, planta o cosa
(material o inmaterial), será Bella en
el momento en que nos induzca una sensación agradable al Espíritu y, consecuentemente, atracción hacia la misma.
¿Qué
marcador es el que nos alerta? La Armonía
que, supuestamente, desprende y que, ante la misma (de una forma totalmente
subjetiva), seamos capaces de captar,
sintetizar y, en conclusión, valorar.
La
Belleza es Armonía y fruto de la Creación
(del Universo, de la Naturaleza y, como grandes “imitadores”, de la PERSONA).
La tradición del término Bello se considera esotérica, porque
emana del latín “bellus”, diminutivo
de “bonus” (inicialmente “duonus”). Expresaba algo así como “bonitísimo” (la belleza decorada). Es
interesante observar la conexión que existe entre Bondad (Bien) y Belleza
(Bello). Pero, aún, es más sugestivo revelar que las dos provienen de la raíz aria “dheu”, "revelar", al igual que “Beato”, que expresa "feliz".
Por todo ello, la vivencia estética, es una vivencia gozosa, causada por la
visión de la Belleza.
La experiencia estética
está estrechamente entroncada con el hecho religioso y la contemplación
mística. Una de las manifestaciones de la divinidad es la refulgencia, o gloria,
de su infinita presencia en forma de Luz.
“Dios
es la Luz”. El objeto contemplado (la divinidad) provoca al sujeto
contemplador y lo encadena “lentamente”,
llevándolo (“dejarse llevar”) a una
sumisión, extremadamente, placentera del Alma.
Espíritu, Forma y Proporción
Espíritu
La
Belleza de Espíritu es las más pura,
única y transcendente de las múltiples conocidas; surge, de nuestro interior
más íntimo, en forma de Luz. Recomiendo
redirigirse al artículo METAFÍSICA DE LA LUZ.
¿Es juicioso en reafirmar
que la Belleza es una característica
congénita a los seres humanos y, por lo tanto, a sus obras? Si en estos
momentos, mientras que escribimos este artículo, nos estamos deleitando con una
determinada pieza musical tendremos que admitir que, obviamente, de la misma nace Belleza.
Pero no olvidemos que, esa
experiencia vivencial, es fruto del conocimiento adquirido: tanto desde lo místico-religioso,
como desde lo estético. Por lo que se entendería, razonablemente, que alguien
con poca experiencia musical no percibiera lo mismo que un notable y versado
musicólogo. Por lo tanto, podría ser perfectamente factible que al neófito, con
una agudeza auditiva “normal”, se le
“escapasen” matices, así, obteniendo
una deficiente calidad y, por ende, una incompleta experiencia estética. No
obstante, la propia sensibilidad innata podría, “más o menos”, compensar la manifiesta inferioridad debida a una
innegable “falta de entrenamiento”.
Forma
Simetría,
equilibrio, volumen… Es una Belleza
aparente (vacía) y con fecha de caducidad. Se complementa con la Proporción y no aporta nada más.
Proporción - Sobre
la RAZÓN ÁUREA
El Número Áureo, la Proporción Áurea o Divina
Proporción, es la definición matemática de la Belleza en el Arte y en la
Naturaleza.
La Proporción áurea
nos permite relacionar la creación del género humano, en una Armonía poco más o menos que perfecta, con la Naturaleza
y, por ascendencia, con el COSMOS. La
ley de la Proporcionalidad, en el
marco de la creatividad humana, nos induce a una búsqueda y recuentro de la humanidad
con los Arcanos Superiores de la Naturaleza.
No hay relación más perfecta, entre el COSMOS
y la PERSONA, que la Proporción Áurea.
(En un posterior artículo nos
extenderemos, cumplidamente, acerca de este extraordinario guarismo matemático,
también llamado, “Número Dorado”.)
En
síntesis, y como norma, diremos que Armonía
es: la correcta Proporción entre las
distintas partes de un Todo y su consecuencia
implicará, invariablemente, Belleza.
Vibración, como la máxima expresión de Belleza
Cuando,
a través de una experiencia sensorial extremadamente placentera, nos sintamos
estremecer (vibremos) y que, a su vez, el
Alma transcienda al cuerpo, se podrá
llegar a decir, sin lugar a dudas, que habremos alcanzado, en percibir, el
zenit de la Belleza: La Vibración del Universo, y de nuestro Ser,
será la misma; habremos entrado (armónicamente) en resonancia y Todo será Uno.
Todo, en el Universo, tiene su
frecuencia de resonancia, ¡todo!
(Este
punto es fundamental para poder entender que es la Belleza y el porqué de un infinito anhelo, fuera de todo
entendimiento, de Amarla)
Somos
unidades vibracionales, en permanente estado de emisión y recepción (y si no lo
estamos, es que hemos… “transcendido”).
Por lo que, indistintamente, atraemos y repelemos. En todo momento estamos emitiendo
Belleza (no para todos), de igual
manera que la recepcionamos. Somos obstinados buscadores de la Belleza pero, a la vez, somos depositarios
de la misma.
Sí,
en un momento dado de nuestras vidas, captásemos (de forma casi continua) fealdad
en nuestro entorno más inmediato, es que estaremos emitiendo, invariablemente, la
propia fealdad que creeremos percibir en los demás. Y, de la misma manera que
hay un nexo entre Belleza y Bondad, también lo habrá entre fealdad
y maldad (odio).
Se
Ama lo Bello porque es lo que nos complementa. A todo déficit concluye con
una síntesis. La contemplación (visión, audición, captación, sensación,…) de
una obra de arte, PERSONA, animal,
planta u objeto (material y/o espiritual), que nos atraiga sobremanera, es la
prueba de una inconmensurable ansia de comunión con la misma: es Alquimia; es la fusión de “los imperfectos” para, así, obtener “Lo Perfecto”.
La
imperfección es pluralidad; la Perfección es la Unidad.
La
Belleza es imperfecta pero, en un deseo inherente de unión hacia la misma, la “hacemos”
Perfecta.
Y siempre recordemos que, la
Belleza, habita en nuestro interior.
Santiago Peña
* * *