lunes, 9 de junio de 2014

SOBRE LA BELLEZA

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Veritas enim non tacebo



¿Qué es la Belleza; qué entendemos acerca de ella?


El término Belleza, en efecto, es ambiguo (de Espíritu, Estética, Literaria, Matemática, Natural, Mistérica, Musical,… etc.) y, como es obvio, generadora de múltiples definiciones. Luego, no nos limitaremos a copiarlas del D.R.A.E. si no que intentaremos ir un poco más allende.

Toda PERSONA, animal, planta o cosa (material o inmaterial), será Bella en el momento en que nos induzca una sensación agradable al Espíritu y, consecuentemente, atracción hacia la misma.

¿Qué marcador es el que nos alerta? La Armonía que, supuestamente, desprende y que, ante la misma (de una forma totalmente subjetiva), seamos capaces de captar, sintetizar y, en conclusión, valorar.

La Belleza es Armonía y fruto de la Creación (del Universo, de la Naturaleza y, como grandes “imitadores”,  de la PERSONA).

La tradición del término Bello se considera esotérica, porque emana del latín “bellus”, diminutivo de “bonus” (inicialmente “duonus”). Expresaba algo así como “bonitísimo” (la belleza decorada). Es interesante observar la conexión que existe entre Bondad (Bien) y Belleza (Bello). Pero, aún, es más sugestivo revelar que las dos provienen de la raíz aria “dheu”, "revelar", al igual que “Beato”, que expresa "feliz". Por todo ello, la vivencia estética, es una vivencia gozosa, causada por la visión de la Belleza.

La experiencia estética está estrechamente entroncada con el hecho religioso y la contemplación mística. Una de las manifestaciones de la divinidad es la refulgencia, o gloria, de su infinita presencia en forma de Luz. “Dios es la Luz”. El objeto contemplado (la divinidad) provoca al sujeto contemplador y lo encadena “lentamente”, llevándolo (“dejarse llevar”) a una sumisión, extremadamente, placentera del Alma

 

Espíritu, Forma y Proporción


Espíritu


La Belleza de Espíritu es las más pura, única y transcendente de las múltiples conocidas; surge, de nuestro interior más íntimo, en forma de Luz. Recomiendo redirigirse al artículo METAFÍSICA DE LA LUZ.

¿Es juicioso en reafirmar que la Belleza es una característica congénita a los seres humanos y, por lo tanto, a sus obras? Si en estos momentos, mientras que escribimos este artículo, nos estamos deleitando con una determinada pieza musical tendremos que admitir que, obviamente,  de la misma nace Belleza.

Pero no olvidemos que, esa experiencia vivencial, es fruto del conocimiento adquirido: tanto desde lo místico-religioso, como desde lo estético. Por lo que se entendería, razonablemente, que alguien con poca experiencia musical no percibiera lo mismo que un notable y versado musicólogo. Por lo tanto, podría ser perfectamente factible que al neófito, con una agudeza auditiva “normal”, se le “escapasen” matices, así, obteniendo una deficiente calidad y, por ende, una incompleta experiencia estética. No obstante, la propia sensibilidad innata podría, “más o menos”, compensar la manifiesta inferioridad debida a una innegable “falta de entrenamiento”.


Forma


Simetría, equilibrio, volumen… Es una Belleza aparente (vacía) y con fecha de caducidad. Se complementa con la Proporción y no aporta nada más.


Proporción - Sobre la RAZÓN ÁUREA


El Número Áureo, la Proporción Áurea o Divina Proporción, es la definición matemática de la Belleza en el Arte y en la Naturaleza.

La Proporción áurea nos permite relacionar la creación del género humano, en una Armonía poco más o menos que perfecta,  con la Naturaleza y, por ascendencia, con el COSMOS. La ley de la Proporcionalidad, en el marco de la creatividad humana, nos induce a una búsqueda y recuentro de la humanidad con los Arcanos Superiores de la Naturaleza. No hay relación más perfecta, entre el COSMOS y la PERSONA, que la Proporción Áurea.

(En un posterior artículo nos extenderemos, cumplidamente, acerca de este extraordinario guarismo matemático, también llamado, “Número Dorado”.)


En síntesis, y como norma, diremos que Armonía es: la correcta Proporción entre las distintas partes de un Todo y su consecuencia implicará, invariablemente,  Belleza.


Vibración, como la máxima expresión de Belleza


Cuando, a través de una experiencia sensorial extremadamente placentera, nos sintamos estremecer (vibremos) y que, a su vez,  el Alma transcienda al cuerpo, se podrá llegar a decir, sin lugar a dudas, que habremos alcanzado, en percibir, el zenit de la Belleza: La Vibración del Universo, y de nuestro Ser, será la misma; habremos entrado (armónicamente) en resonancia y Todo será Uno.

Todo, en el Universo, tiene su frecuencia de resonancia, ¡todo!

(Este punto es fundamental para poder entender que es la Belleza y el porqué de un infinito anhelo, fuera de todo entendimiento, de Amarla)

Somos unidades vibracionales, en permanente estado de emisión y recepción (y si no lo estamos, es que hemos… “transcendido”). Por lo que, indistintamente, atraemos y repelemos. En todo momento estamos emitiendo Belleza (no para todos), de igual manera que la recepcionamos. Somos obstinados buscadores de la Belleza pero, a la vez, somos depositarios de la misma.

Sí, en un momento dado de nuestras vidas, captásemos (de forma casi continua) fealdad en nuestro entorno más inmediato, es que estaremos emitiendo, invariablemente, la propia fealdad que creeremos percibir en los demás. Y, de la misma manera que hay un nexo entre Belleza y Bondad, también lo habrá entre fealdad y maldad (odio).        

Se Ama lo Bello porque es lo que nos complementa. A todo déficit concluye con una síntesis. La contemplación (visión, audición, captación, sensación,…) de una obra de arte, PERSONA, animal, planta u objeto (material y/o espiritual), que nos atraiga sobremanera, es la prueba de una inconmensurable ansia de comunión con la misma: es Alquimia; es la fusión de “los imperfectos” para, así, obtener “Lo Perfecto.


La imperfección es pluralidad; la Perfección es la Unidad.

La Belleza es imperfecta pero, en un deseo inherente de unión hacia la misma, la “hacemos” Perfecta.

Y siempre recordemos que, la Belleza, habita en nuestro interior.


Santiago Peña


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