miércoles, 2 de agosto de 2017

¿LA LIBERTAD POR POSEER O LA LIBERTAD POR SER?


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No es lo mismo la libertad material, que la libertad espiritual



En la presente sociedad/civilización occidental, por su carácter eminentemente hedonista (sensitivo) y material, impera el deseo irrefrenable del poseer: "Tanto tienes, tanto vales".

La llamada libertad por disponer (o por el querer poseer, y por desear o aspirar a tener, aquello que "disfrutan" otros), es la confirmación de un vacío permanente, inconfesable y no entendible. No asumible. Esa supuesta libertad es malsana y falsa.

La libertad no es un concepto en el mundo de la materia. La falta de libertad física, ocasionada por un cumplimiento de condena, no nos interesa. Hablemos de la libertad de conciencia, de pensamiento, de poder expresarnos en una permanente realidad de las cosas, de vivir en la verdad y de una búsqueda del conocimiento sin temor a equivocarnos. Refirámonos a la libertad de ser.

A día de hoy no se valora a la PERSONA por sus variadas y prolíficas virtudes. La búsqueda de la libertad material, utilitarista, y del goce, se instaló en el, eufemístico, progreso y en la modernidad; minando, y deteriorando, la estructura de la ordenación genuina de la sociedad. En otras palabras: la racional organización de la actual civilización. Es decir: el Logos Social.

La envidia es señora omnipresente de miserables subsistencias. La intolerancia es reina de príncipes y mendigos. La mentira es concubina de timadores y esbirros. La apariencia es prima de hipócritas y fingidos. La arrogancia es hermana de la vanidad y del orgullo. Todo aplasta. Todo huele y todo se oculta. Nada es lo que pretende ser. La miseria campa "libremente" en infantes y excluidos. Todo es fugacidad y nada se ennoblece.  

Somos cirios apagados o, en su defecto, disminuidos. Esta sociedad desconecta corazones, adormece conciencias y mutila humanidades. Esta civilización enaltece insanas envidias. Esta sociedad es pura gangrena. Pudre cándidas almas; alimentado una infinita tormenta de restos exhumados, pero no fenecidos. Se puede morir de pena; se puede vivir sin aliento. Mutación del alma; conducidos a un disonante suspiro; arrojados a un imperceptible suicidio.

Lucifer cayó, pero venció. Lució tan intensamente que se fundió. Se abrasó su corazón. Derritió su alma, destruyendo su luz. Las artificiales luces de neón son los fastos de la indiferencia y de su permanente laxitud.


De la materia no se puede obtener libertad



Nobles espíritus, recojamos sus ardientes desechos. Las cenizas de su maléfica existencia siguen aquí, todos los días y en todos los recovecos. Son restos materializados, solidificados y pétreos. Convertidos en sólidos muros de intolerancia, maldad y animadversión. La falta de libertad de espíritu es la prueba palpable de su obscena lobreguez. Solo percibimos reflejos de un falso albor; de una quimérica luz. La obstinada obscuridad nos envuelve en un manto de indescriptible desazón e inconmensurable desamor...


¡Atalayas de la esperanza!
¡Nobles árboles de la tenacidad!
¡Sublimes ráfagas de candor!
¡Valles de vigorosa pasión!

¡Todos locos!
¡Todos fugaces!
¡Todo es inconstante!
¡Nada se mantiene y todo se deshace!

¡Paladines de espíritus acobardados y deprimidos!
¡Expulsemos la ingratitud de materia, en constante putrefacción!
¡Seamos dueños de espíritus bienhechores!
¡Seamos conquistadores de los abismos del tenebroso averno!

¡Adoradores de altares perversos, perderos en el justiciero desierto!
¡Nada tenéis que aportar; mucho por violar y robar!
¡Huir con lo puesto y, por supuesto, llevaros vuestras almas ladinas!
¡Menos que paupérrimas; menos que mezquinas!

¡Llevároslas y quitaros la vida!
¡Lo mismo que hicisteis con vuestras ultrajadas víctimas!
¡Asesinadas en su esencia!
¡Enterradas vivas!


La libertad de ser, es libertad



Santiago Peña


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