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Veritas enim non tacebo
¿Qué es y qué representa el hombre
dentro de la Naturaleza?
Somos hijos de ella; no sus creadores
¡Hijos malnacidos y corrompedores de un orden establecido! La naturaleza, y por
proyección el COSMOS, es un sistema armónico (cíclico, variable y en un
equilibrio permanente) cuasi perfecto. No obstante, el caos, forma parte de
esa fracción cambiante que llamamos aleatoriedad y en la que los fenómenos
telúricos y/o atmosféricos (a nivel terrestre) o acontecimientos interestelares
(en un plano galáctico) también se encuentran muy presentes.
Hasta ahora había sido así. Y así
debería de volver a ser hasta el final de los tiempos.
La Tierra, como base de sustentación
de la Humanidad y del resto de los seres vivos (no lo olvidemos jamás), es un sistema
finito. El hombre como único animal capaz de crear, al margen de la Naturaleza,
ha roto el equilibrio reinante.
Somos unos malos imitadores de la
misma. La obsesión por imitar (copiar, duplicar,…) y -sobre todo por
perpetuarnos como especie (inmortalidad)- por crear, nos ha llevado
erróneamente a creernos poseedores y artífices de un orden terrenal del que,
solamente, somos simples albaceas -gestores a lo sumo- de las reservas de este
cuerpo astronómico, llamado Tierra.
La Energía, de la que dispone en todas
sus manifestaciones (reservas hidrológicas, fósiles, materias primas…etc.),
tiene una capacidad establecida, difícilmente mensurable, pero limitada al fin
y al cabo. Como consecuencia de ello: Todo sale de ella y todo va a parar a
ella.
Mientras que no seamos capaces de
entender que “nada puede surgir de la nada” nos estaremos autodestruyendo de
forma alarmante (por no decir trágica), por la velocidad de crucero en la que
estamos embarcados y, si nadie lo remedia, por su cuasi anunciada irreversibilidad.
Tenemos una deuda Ética con la
Naturaleza. Dejemos de lado visiones subjetivistas de carácter moral. Estamos
obligados a recuperar la armonía perdida, que nuestros ancestros
(sabiamente) supieron establecer, con nuestra Madre Tierra. Como bien dice un
refrán de carácter popular: “la Naturaleza es sabia”. ¿La Naturaleza?... La Naturaleza no es
sabia: La Humanidad, en su engreimiento (acompañada de todos los vicios
inimaginables), ha dejado de serlo. La Naturaleza, en su esencia, es Armonía
(COSMOS).
El Sabio es un simple observador,
aprendiz e imitador de la Naturaleza. Sus principios filosóficos (y de vida) se
basan en aplicar valores extraviados por otros; ser virtuoso y,
por encima de todas las cosas, en establecer una corriente armónica, con el
entorno, perdurable en el tiempo.
Algún día, la especie humana,
desaparecerá de la faz de la Tierra y, con ella, todos nuestros artificios,
sueños, obras y recuerdos… Nada quedará de todos nosotros… ¡Nada!
Nos habremos convertido en una ínfima
brisa en la inmensidad del Universo.
Una miríada de Almas huérfanas (ya de
cuerpos desaparecidos) deambulará por el infinito espacio tiempo…
En esta sinfonía cósmica, el Sol, en
un final ya anunciado, acabará, en su último estruendoso estertor, con la poca
vida que pueda llegar a permanecer en la que más que probable moribunda Tierra.
Por lo tanto: dejémonos llevar por los
latidos del corazón, hilo conductor con el COSMOS. Abracemos una vida armónica,
seamos magos de nuestra existencia, vivamos con plenitud, altitud de miras,
sencillez y humildad.
Santiago Peña
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