domingo, 7 de abril de 2013

SOBRE LA NATURALEZA Y EL HOMBRE


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Veritas enim non tacebo


¿Qué es y qué representa el hombre dentro de la Naturaleza?

Somos hijos de ella; no sus creadores ¡Hijos malnacidos y corrompedores de un orden establecido! La naturaleza, y por proyección el COSMOS, es un sistema armónico (cíclico, variable y en un equilibrio permanente) cuasi perfecto. No obstante, el caos, forma parte de esa fracción cambiante que llamamos aleatoriedad y en la que los fenómenos telúricos y/o atmosféricos (a nivel terrestre) o acontecimientos interestelares (en un plano galáctico) también se encuentran muy presentes.

Hasta ahora había sido así. Y así debería de volver a ser hasta el final de los tiempos.

La Tierra, como base de sustentación de la Humanidad y del resto de los seres vivos (no lo olvidemos jamás), es un sistema finito. El hombre como único animal capaz de crear, al margen de la Naturaleza, ha roto el equilibrio reinante.

Somos unos malos imitadores de la misma. La obsesión por imitar (copiar, duplicar,…) y -sobre todo por perpetuarnos como especie (inmortalidad)- por crear, nos ha llevado erróneamente a creernos poseedores y artífices de un orden terrenal del que, solamente, somos simples albaceas -gestores a lo sumo- de las reservas de este cuerpo astronómico, llamado Tierra.

La Energía, de la que dispone en todas sus manifestaciones (reservas hidrológicas, fósiles, materias primas…etc.), tiene una capacidad establecida, difícilmente mensurable, pero limitada al fin y al cabo. Como consecuencia de ello: Todo sale de ella y todo va a parar a ella.

Mientras que no seamos capaces de entender que “nada puede surgir de la nada” nos estaremos autodestruyendo de forma alarmante (por no decir trágica), por la velocidad de crucero en la que estamos embarcados y, si nadie lo remedia, por su cuasi anunciada irreversibilidad.

Tenemos una deuda Ética con la Naturaleza. Dejemos de lado visiones subjetivistas de carácter moral. Estamos obligados a recuperar la armonía perdida,  que nuestros ancestros (sabiamente) supieron establecer, con nuestra Madre Tierra. Como bien dice un refrán de carácter popular: “la Naturaleza es sabia”. ¿La Naturaleza?... La Naturaleza no es sabia: La Humanidad, en su engreimiento (acompañada de todos los vicios inimaginables), ha dejado de serlo. La Naturaleza, en su esencia, es Armonía (COSMOS).

El Sabio es un simple observador, aprendiz e imitador de la Naturaleza. Sus principios filosóficos (y de vida) se basan en aplicar valores extraviados por otros; ser virtuoso y, por encima de todas las cosas, en establecer una corriente armónica, con el entorno, perdurable en el tiempo.

Algún día, la especie humana, desaparecerá de la faz de la Tierra y, con ella, todos nuestros artificios, sueños, obras y recuerdos… Nada quedará de todos nosotros… ¡Nada!

Nos habremos convertido en una ínfima brisa en la inmensidad del Universo.

Una miríada de Almas huérfanas (ya de cuerpos desaparecidos) deambulará por el infinito espacio tiempo…

En esta sinfonía cósmica, el Sol, en un final ya anunciado, acabará, en su último estruendoso estertor, con la poca vida que pueda llegar a permanecer en la que más que probable moribunda Tierra.

Por lo tanto: dejémonos llevar por los latidos del corazón, hilo conductor con el COSMOS. Abracemos una vida armónica, seamos magos de nuestra existencia, vivamos con plenitud, altitud de miras, sencillez y humildad.


Santiago Peña


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