martes, 10 de abril de 2012

SOBRE LA CONCIENCIACIÓN (CONCLUSIÓN)

*   *   *

No te arrepientas de lo que hayas hecho, pero sí de lo que hayas dicho y/o no hecho.

Somos lo que hacemos y no por lo que decimos o no lleguemos a realizar. Consecuentemente, no me puedo negar a mi mismo por lo que soy y he hecho. La realidad la creamos y conformarnos nosotros mismos. De nada sirve, y es de actitud cobarde, quejarse de los demás, de la sociedad, de la situación económica, de los empresarios, de los trabajadores, de los autónomos, de los clientes, de los proveedores, de los docentes, de los alumnos, de los funcionarios,…etc.

El cobarde no tiene cabida en este mundo; los suicidas no merecen vivir, por lo tanto cumplen con su “merecimiento”, con su designio...

La vida es lucha; no ha habido paz, ni la habrá, en el origen de la vida ni en el transcurso de la misma…

Todos somos Leonardo, Jung, Teresa de Calcuta, Heimdall,… Einstein, Tutmosis III, Dalí, Pascal,… etc. Por consiguiente, todos somos libertadores, conquistadores, creadores y luchadores de nuestro universo; tan imperfecto como seamos nosotros y tan maravilloso como aspiremos a serlo. Somos responsables de este mundo que no nos gusta; a unos más, a otros menos… ¿Pero, qué hacemos para transformarlo, para cambiarlo, para renovarlo?... ¿Poco?... ¡¡¡Nada!!!          
  
Soy el que soy” y nada, ni nadie, mudará mi identidad, mi esencia… ¡¡Nadie!!

¡Bueno!… es una verdad a medias… ¿Entonces, quién? Yo mismo; dentro de mi esencia inmutable, infinita y excelsa (que para nada cambiará), la evolución, la transformación (muerte y resurrección) forman parte de nuestro aprendizaje continuo. Nuestras formas de actuar deben de “volver” la hoja; “renovarse o morir”, dice el dicho popular.  

Como vienen exponiendo todas las corrientes y/o escuelas filosófico-religiosas de carácter universalista “el universo está en nosotros” y “todos somos uno”. ¿Si yo (todos nosotros) poseo la totalidad del universo en mi interior, quien me impide el cambiarlo? ¡¡Yo!!

Una vez más somos el problema pero, a la vez, la solución.


El análisis crítico, positivista y activo como herramienta del cambio

¿Qué cosas o acontecimientos son los que no debemos aceptar ni aceptarnos?

El lamento, el apiadarnos de nosotros mismos, el conformismo, el llanto, la abulia, la pasividad, el desánimo… Seguimos comportándonos como “durmientes moribundos”.

¡Ciegos, sordos y mudos; bellos eunucos!
¡Castrados sin conciencia, autómatas divinos!
¡Dioses sin dios y materia sin espíritu!
¡No soy de este mundo; de este mundo no!
¡Altas torres de la envidia y la sinrazón!

¿Entonces cual es, o debería de ser, nuestro objetivo en la vida? 

Somos vida, somos lucha, somos dadores y generadores de vida; somos constructores, guerreros y hacedores de teóricos mundos perfectos…

Por todo ello, somos dueños de este mundo y de todos los posibles infinitos mundos que podamos albergar en nuestra mente… Somos magos, caminantes perpetuos, siempre aprendices y menos maestros.

La magia de nuestro espíritu es nuestra propia voluntad: firme, férrea, consistente, inmutable, eterna,…

Somos eternos; somos nuestros padres y somos nuestros hijos…

Somos el faro que guía nuestro camino; somos el arquero que dispara la flecha con ímpetu y con el objetivo perfectamente definido; somos la fuerza que nos induce a revelarnos de nuestro aciago sino; y somos la luz que da brillo y esplendor a nuestro destino.

No podemos, por más tiempo, seguir permitiéndonos el lujo de confiar en gobiernos e instituciones (religiosas, públicas o privadas) nuestras existencias. “Papá Estado” no existe, no ha existido, ni existirá… ¡nunca!

Solo podemos y debemos confiar en nosotros mismos; no confíes en el  vecino, en el maestro, en el alumno, en el trabajador, en el capataz, en el médico…

Confiemos en la PERSONA; en nuestra voluntad de ser, de ejercer, de prosperar, de vivir, de amar, de conocer, de impulsar, de HACER,…
  

¡Sí se puede hacer!

En ello radica nuestra existencia, nuestro futuro, nuestra continuidad… Debemos evolucionar para seguir siendo; debemos perfeccionarnos, auto exigirnos…

Primero: exígete a ti mismo y después a los otros.
Segundo: empuja y no esperes que los demás hagan lo mismo.
Tercero: sigue empujando.
Cuarto: ¿te he dicho que pares?
Y quinto: ¡jamás dejes de empujar!

¡Los guerreros mueren!
¡Guerreros son!
¡Moriré guerreando!
¡Luchador de la vida soy!


Santiago Peña


*   *   *

No hay comentarios:

Publicar un comentario