domingo, 28 de junio de 2020

ORIGINALIDAD Y CREACIÓN


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La peculiaridad del acto define a la PERSONA. El acto es creativo cuando se acuña, en él, el sello de la distinción. Es decir: gracias a la diferenciación nos distinguimos, y caracterizamos, respecto a los demás. La particularidad del individuo marca su identidad… y se dice de él que “es una persona con personalidad”, valga la, aparente, redundancia.

Es más: si todo acto, supuestamente creativo, viene precedido por una incuestionable originalidad se confirma, por parte de la sociedad, que ese objeto es, ciertamente, una Creación. Por lo que:

La originalidad es la señal distintiva de la verdadera creación

La distinción es signo de diferencia o la caracterización de su individualidad. El creador insufla su espíritu y parte de su esencia: la obra (pictórica, arquitectónica, literaria,… etc.) pasa a poseer su propia identidad o Alma. Prueba de ello, la Creación enajenada, adquiere “vida propia”; reivindicándose en su singularidad y se dice, de ella, que “¡es única y no hay otra igual!”.

En cambio, la repetición de un objeto, inicialmente admirado, pasa a ser una copia y deja de ser, obviamente, una creación. Sin Alma; sin identidad.

Este ejemplo de desnaturalización de las cosas se ha trasladado, desde el ascenso imparable del consumismo capitalista, a todos los ámbitos de la sociedad occidental. La homogenización, y globalización, de civilizaciones enteras son síntomas de decadencia, de servilismo y de esclavitud. De una esclavitud solapada, ponzoñosa y sutil.


La singularidad del creador como respuesta a la vulgar imitación


Por todo ello, y una vez más, aprendamos de la Naturaleza:

·         En ella, la aparente destrucción de algo, es una permuta o transformación.
·         Ella misma es pura creación.
·         En la Naturaleza no hay nada igual.
·         Por lo que nada, en ella, se repite.
·         Todo encaja en su manto terrenal.
·         Y, evidentemente, en la misma Naturaleza nada está de más.


Tras las innumerables bondades que nos “dispensa” la naturaleza (y no, a la inversa) he llegado a la amarga conclusión -¡en un sinfín de ocasiones!- que (los humanos) somos los únicos que estamos de más en este atribulado mundo: por ser los verdaderos (y únicos) artífices de todos los desastres medioambientales y de todo lo que nos ha sucedido, nos sucede y nos sucederá. No todo es destruir para volver a (re)construir. Después de todo lo que estamos (trágicamente) viviendo, y percibiendo, es urgente cambiar desdibujadas, y aborrecibles, fórmulas económicas, sociales y culturales, para, así, poder llegar a recuperar -¡a tiempo!- al ser humano en su Naturaleza Primera; aplicando (en él y en el entorno) soluciones más creativas, más genuinas, más respetuosas con el medio, más sanas y, por fin, más humanas: ¡La Naturaleza nos lo agradecerá, y nosotros mismos  también!


Santiago Peña


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