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¿Son comparables las
ofensas a las Tradiciones con la Perversión?
Definamos Perversión:
Del verbo Pervertir, viciar con malas doctrinas o ejemplos las
costumbres, la fe, el gusto,... O perturbar el orden o estado de las cosas
(DRAE). Es decir: la Perversión es una desviación o anomalía en el
comportamiento de una PERSONA, o sociedad/civilización; a la cual se le
pretende dar, por motivos claramente espurios, carta de normalidad y, por lo
tanto, de una pretendida oficialidad y/o universalidad. En una
sociedad/civilización claramente hedonista, egocéntrica, narcisista,
amoral; de lo "políticamente correcto", como es la nuestra,
todos estos comportamientos y extravíos son lo "saludable" y
son signos, postuladamente considerados, de la aberrante modernidad.
¿Qué dice el
DRAE acerca del término Tradición?: De una forma sintética, más o menos,
nos viene a indicar una transmisión (oral o escrita), una entrega (de textos
antiguos, con pátina de Autoridad), de doctrinas heredadas (de padres a
hijos), de reglas de comportamiento (Ético y Moral), de
ancestrales músicas, de mitos y leyendas, de memorables gestas, etc. En
resumen: de una Cultura Colectiva, de unas Bases, de unos Principios,
de unos Rasgos Comunes; de una Memoria Compartida, que nos
aseguran un sentido de Comunidad, de Pueblo, de PERSONAS,...
De un Todo Eterno e Inmutable (dentro de una saludable Renovación);
para así fortalecerse y jamás perecer. En definitiva: Ser mejores
PERSONAS, cada día poco a poco, y nada más.
¿Después de
estas dos ilustraciones (PERVERSIÓN vs TRADICIÓN), claramente
diferenciadas y manifiestamente antitéticas, se las puede seguir poniendo en el
mismo saco de la liviandad? El manifiesto relativismo de la llamada progresía, en
que las verdades ya no son universales; pudiéndolas interpretar al acomodo de
cada uno y/o en función de intereses políticos/sociales del momento, nos
sitúan, claramente, fuera del Cosmos (del Orden, de la Armonía)
abocándonos, trágicamente, a una certificada inmundicia y una asegurada
combustión. Lenta (o precipitada), eso sí, pero plena.
No existe la
censura, sino censores. Nuestra degenerada sociedad/civilización es censora
porque una inmensa, e intransigente, parte de la ciudadanía son interventora y
castradora de voluntades, de individualidades y de artistas librepensantes del
lenguaje. Se tiene la "piel muy fina"; nos indignamos con
extremada diligencia. Nos creemos, todos, agraciados; todos, maravillosos;
todos, perfectos...
Malvivimos,
postrados, en el mundo de los eufemismos, de los rodeos, de las
circunvoluciones. No se pueden decir las cosas por su nombre. ¿Dónde la Libertad
de pensamiento; donde la Libertad del verbo?
No
deberíamos estar, permanentemente, reivindicándonos, reafirmándonos,
justificándonos... Cansa y es debilitante. Las cosas, y hechos, se tienen que
decir por su nombre: el negro es negro porque su piel es negra, y el blanco es
blanco porque su piel así lo atestigua. Y podemos asegurar que la expresión no
tiene nada de racista. Es puramente descriptiva y confirmadora de la Realidad.
Llevamos
años soportando una total deformación de nuestro esperpéntico quehacer
vivencial. No somos lo que deberíamos de ser. Somos monstruos; somos
exterminadores de nuestro propio Camino. Sin remedio; sin Paz.
Sin Gloria y sin Luz. No merecemos el agua que bebemos y los
alimentos que ingerimos. Deberíamos vomitarlos y, por supuesto, acto seguido
morirnos; para así, desde nuestra más abyecta putrefacción, transformarnos en
el más preciado estiércol; compensando el mal infinito que hemos ocasionado a
la Naturaleza. Toda ella, Una.
Estoy
hastiado del entorno, cansado de esta inhumanidad. Todo es falso; todo es
efímero; todo es mezquindad; todo es hipocresía; todo es lóbrego. Ya no hay
aversión, sino impotencia, cansancio. No me siento de este mundo, que es un
total sinsentido. Nos hemos convertido en un único e inmenso agujero
negro que todo lo atrapa; incluso la luz. Somos prisioneros y somos
nuestros propios carceleros. Somos las víctimas y nuestros propios verdugos.
Por todo ello, por simple higiene, deberíamos desaparecer, evaporarnos;
sumergirnos en el averno y nunca más resurgir. Desaparecer; no morir.
Desaparecer en el sereno espasmo de la infinitud.
Desde un
ínfimo, efímero y extenuado destello de Luz...
Santiago
Peña
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