domingo, 13 de enero de 2019

VERDAD Y TRADICIÓN


*     *     *


“Ni siquiera temo vuestras censuras: palabras, si no están fundadas sobre la tradición”

Blasise Pascal

 

La despreocupación de la Verdad


¡Qué difícil resulta inventar una mentira y que serenidad proyectas cuando has alumbrado una Verdad!

La Verdad es ilustre matrona de la Tradición. Todo fluye en una altísima luminosidad. Todo altar rinde tributo a espíritus elevados; supremos; perfectos.

La Verdad no es obra de simples humanos. La eternidad confirma lo que se dice; la Tradición es albacea de verdades imperecederas.


La Verdad, más allá de la PERSONA


La Verdad incondicional no está al alcance del humano "medio"; ni creo que de aquel al que, juiciosamente, se le invista del noble manto de la Sapiencia. La Verdad es el concepto filosófico por excelencia. Es la suprema constatación de la Lógica, y es la confirmación de una irrebatible Realidad.

¿Las PERSONAS podemos vivir en la Verdad? Si fuésemos simples máquinas, ¡sin dudarlo! Pero... ¡no lo somos! No obstante, todo circuito lógico deviene de una Tabla de la Verdad. La actividad de un sistema computacional se fundamenta en una cadena de juicios lógicos, en el que, los mismos, se repiten cíclicamente. Las capacidades cognitivas de la PERSONA, en parte, son así. Pero nuestra componente humana nos determina a no seguir siempre una verdad (lógica y estrictamente objetiva) aplastante.

Constantemente se producen interrupciones subjetivas (motivadas por elementos sentimentales, emocionales, éticos y/o morales) que nos impiden seguir las reglas inalterables de la Verdad. No todo es blanco o negro. Vivimos en el mundo de los colores macerados y de un imperturbable tono grisáceo.

El Universo nos demuestra que la Realidad confirma -¡siempre!- a la Verdad. Todo evento celestial es, necesariamente, verídico. Es decir: todo acontecimiento cósmico, que se encuentre más allá de la percepción (de una PERSONA), será indubitadamente verdadero.

En cambio, a través de la percepción (humana), la Realidad queda, irremisiblemente, distorsionada y/o alterada. La inherente imperfección humana recrea supuestas realidades, medias verdades y "prodigiosas" falsedades.

¿Un animal irracional tiene la aptitud de mentir? ¡Claramente, no! Su inalterable naturaleza no se lo permite. Su trayectoria existencial lo limita a las elementales funciones fisiológicas de alimentarse, evacuar, descansar (dormir), aparearse y defenderse para la supervivencia (de sí mismo, de su prole y de su comunidad). Por lo tanto, su deambular estará en perfecta harmonía con el entorno. Sus acciones serán fruto de automatismos y de los propios ciclos de la naturaleza.

Sin embargo, la portentosa (y distintiva) particularidad que ostentamos los humanos de ser “dueños” conscientes de nuestra propia coexistencia nos unge de la "perversa" suficiencia de manipular, engañar, dificultar (o fantasear) hechos (o dichos) pasados, presentes o futuros.

El "arte" de la mentira es el pan nuestro de cada día. No así la inocencia, que es patrimonio de animales, locos e infantes. Los efectos de transitar en la no-verdad, en una gran parte de actores de la especie humana, se truecan en una absoluta, y reafirmada, quiebra de libertad. De su libertad. El falsear y disfrazar el medio nos avasalla y aplasta, sin ninguna duda, más aún de lo que ya estamos. Los castillos se encuentran abarrotados de “fantasmas” y timadores de vivencias usurpadas o inventadas. La atracción por lo material niega mundos reales; honestos verdaderos. En muchos casos no vemos, pero sentimos; no gozamos, pero sufrimos.

Luego, fruto de los bochornosos sinsabores que proyectan fuleros y falsarios, la autenticidad, la consonancia, la integridad y una experiencia lo más equilibradamente posible será gratificado con un oasis de Luz, de concordia. En definitiva: de un anhelado acuerdo con uno mismo y con el resto de la humanidad.


Santiago Peña


Recomiendo repasar este post:


*     *     *

No hay comentarios:

Publicar un comentario