miércoles, 11 de agosto de 2021

LA ESPIRITUALIDAD COMO FOCO CENTRAL, Y ÚLTIMO, DE LA PERSONA

 

 

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Es interesante, y extrañamente sugestivo, en reparar en la “mágica” conversión de infinidad de artistas, científicos, políticos, pensadores y observadores de la insondable cotidianidad que, en un momento “x” de sus (aparentes y regladas) vidas, giran desde pensamientos, o planteamientos, materialistas (ateos, agnósticos, radicales de izquierdas, positivistas, liberales y, sobre todo, anticlericales) a una franca espiritualidad; abrazando los hábitos de una orden religiosa, algunos; otros haciéndose “cómplices” de una determinada religión o, en su defecto, participar (a través de sus obras) de una renacida Espiritualidad. Y todo ello, pudiendo la figura (o Concepto), de Dios ser (o no) relevante. Pero, por encima de cualquier otra consideración, proyectar Espiritualidad.

 

¿Cuál es la espita que provoca esa “mágica” transformación?

Probablemente sean un cúmulo de “espitas” que posibiliten esa extraordinaria mutación: desde un desgarrador vacío existencial, pasando por un hartazgo alienante, siguiendo por un engaño permanente de la sociedad en la que uno transita y, acabando, en una búsqueda insistente, y vital, de la Verdad.

Ese mismo cambio (radical o progresivo) también es observable en el declarado comienzo de un más que ineludible, e irreversible, camino del fin de nuestros días, aquí, en la Tierra.

Como resumen, y colofón, a todo lo humanamente expuesto…

 

           La Verdad, y su “hermana” la Libertad, como el fin último a una inefable existencia virtuosa y plena.

 

Santiago Peña

 

 

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