* *
*
La peculiaridad del acto define a la PERSONA. El acto es creativo cuando se
acuña, en él, el sello de la distinción. Es decir: gracias a la diferenciación
nos distinguimos, y caracterizamos, respecto a los demás. La particularidad del
individuo marca su identidad… y se dice de él que “es una persona con personalidad”, valga la, aparente, redundancia.
Es más: si todo acto, supuestamente creativo,
viene precedido por una incuestionable originalidad se confirma, por parte de
la sociedad, que ese objeto es, ciertamente, una Creación. Por lo que:
La originalidad es la señal
distintiva de la verdadera creación
La distinción es signo de diferencia o la
caracterización de su individualidad. El creador insufla su espíritu y parte de su esencia:
la obra (pictórica, arquitectónica,
literaria,… etc.) pasa a poseer su propia identidad o Alma. Prueba de ello, la Creación
enajenada, adquiere “vida propia”; reivindicándose en su
singularidad y se dice, de ella, que “¡es única y no hay otra igual!”.
En cambio, la repetición de un objeto, inicialmente
admirado, pasa a ser una copia y deja de ser, obviamente, una creación. Sin Alma;
sin identidad.
Este
ejemplo de desnaturalización de las cosas se ha trasladado, desde el ascenso
imparable del consumismo capitalista, a todos los ámbitos de la sociedad
occidental. La homogenización, y globalización, de civilizaciones enteras son
síntomas de decadencia, de servilismo y de esclavitud. De una esclavitud solapada, ponzoñosa y sutil.
La singularidad del
creador como respuesta a la vulgar imitación
Por todo
ello, y una vez más, aprendamos de la Naturaleza:
·
En
ella, la aparente destrucción de algo, es una permuta o transformación.
·
Ella
misma es pura creación.
·
En
la Naturaleza no hay nada igual.
·
Por
lo que nada, en ella, se repite.
·
Todo
encaja en su manto terrenal.
·
Y,
evidentemente, en la misma Naturaleza nada está de más.
Tras las innumerables bondades que nos “dispensa” la naturaleza (y no, a la
inversa) he llegado a la amarga conclusión -¡en un sinfín de ocasiones!- que (los
humanos) somos los únicos que estamos de más en este atribulado mundo: por ser
los verdaderos (y únicos) artífices de todos los desastres
medioambientales y de todo lo que nos ha sucedido, nos sucede y nos sucederá. No
todo es destruir para volver a (re)construir. Después de todo lo que estamos (trágicamente)
viviendo, y percibiendo, es urgente cambiar desdibujadas, y aborrecibles, fórmulas
económicas, sociales y culturales, para, así, poder llegar a recuperar -¡a
tiempo!- al ser humano en su Naturaleza Primera; aplicando (en él
y en el entorno) soluciones más creativas, más genuinas, más
respetuosas con el medio, más sanas y, por fin, más humanas: ¡La Naturaleza
nos lo agradecerá, y nosotros mismos también!
Santiago Peña
* *
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario