sábado, 24 de agosto de 2019

MANTENERSE O RECTIFICAR


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En el sutil contrapeso entre la veleidad y la obstinación se halla el estado de equilibrio entre una PERSONA y su contexto socio-cultural; por el que se requiere fortaleza para perseverar en el camino y elasticidad para, así, acomodarse a una realidad variable.

Ni permanentemente inalterable, ni constantemente cambiando. En el equilibrio se haya la (“recta”) vía de una PERSONA que se precie coherente y flexible. Sin desviarse de la ruta pero, si fuese precioso, bordearla para volver a la misma. El camino rectilíneo no siempre es el más corto para poder llegar a nuestro destino. Las curvas son bellas (y excitantes) si las sabemos coger con gracia y (mucho) tino.

El miedo no siempre es prudencia. Las (brillantes) ideas y, sus enemigas, las dudas. Estas últimas generan un torbellino de obstrucciones innecesarias, e inmovilizantes, que frustran magníficos proyectos y abortan lúcidos pensamientos.

Por todo ello, la inseguridad no es buena consejera. La obsesión compulsiva bloquea, o retarda, radiantes inicios. La dependencia hacia los demás mejor aparcarla cuando se salga de casa. El caprichoso emocional es muy voluble a los desvaríos del alma, y para nada reflexivo. El impulsivo es fogonazo, en nada mesurado, de creatividad y olvido: no recuerda; no medita; es un simple suspiro. Hay que comprometerse para poder mirar –siempre- al frente y no verse obligado a desviar ojos y destinos. La pereza es inconstancia, e inmadurez, detestable y aborrecible. Excelencia, y constancia, mejor que perfeccionismo frustrante (y frustrado) por un terraplén del abandonado recorrido. La impaciencia, por no saber esperar (el tipo), lo proyecta a un final sin destino Es deseable hacer tiempo en momentos aciagos y arrancar con vientos propicios. Los narcisos, y sus ecos, recomendable encerrados en el armario del olvido, por no aportar nada (el uno y el otro) al universal camino.

Es preciso practicar a soportar el desengaño; a ser maleable, ya que, a veces, los acontecimientos lo demandan; que una PERSONA, con sus propias miserias, no es un ídolo de leyendas urbanas que batalla hasta la extenuación para consumar su sino.

Las PERSONAS tenaces y resueltas, y que logran sus metas, están al corriente que todo curso hacia un previsible cambio posee sus grados; y de los trayectos originales de convicción, o desánimo infundado, se salta a una realidad estimulante en que reparar es lo inteligente para reconciliarse de modo apropiado al entorno para, precisamente, merecer el punto requerido. Cuando revelas que alguno no es lo que aparentemente dice ser, que te manejan sin compensación, que las circunstancias se han alterado o que eres artífice de obras no consideradas, o ya obsoletas, es el instante de iniciar el salto. Sin retorno y sin espasmos. De lo ya pasado no esperemos “palmaditas”. Seamos merecedores de nuestras vivencias para, asimismo, transformarlas en unas altísimas y valiosas experiencias. Aprendamos de supuestos errores o de aciertos no reconocidos. ¡Nunca lo sabrán, ni tú mismo!


¿Cómo adiestrar el impulso de la determinación?

Para podernos determinar en hechos casi asegurados; de los que no nos tengamos que lamentar, tendremos que discernir nuestras futuras acciones en dos horizontes claramente diferenciados; para nada desunidos. Por un lado, apoyándonos en un cálculo racional costo-ganancia. Y, por el otro, alcanzando la denominada "escuela heurística " (o “Arte de la Inventiva”). Ésta, admite una sucesión de veredas epistemológicas, en las que se recurren a informaciones concretas; que se originan en la intuición o en la propia creatividad de nosotros mismos. Es decir: la intuición (en sus aparentes contradictorias, e incoherentes, decisiones) nos dota de un plus de asertividad.

Por todo ello, hemos de poder asimilar que, en la especie humana, invariablemente se hallan dos valores contrapuestos pero, indefectiblemente, unidos a todo cambio venidero: la lógica de una realidad aplastante, fríamente calculada, y una intuición imaginativa para poder alcanzar objetivos aparentemente imposibles pero, a la postre, verídicos. ¡Así somos las PERSONAS, y así seremos!


Santiago Peña


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