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En
el sutil contrapeso entre la veleidad y la obstinación se halla el estado de
equilibrio entre una PERSONA y su
contexto socio-cultural; por el que se requiere fortaleza para perseverar en el
camino y elasticidad para, así, acomodarse a una realidad variable.
Ni
permanentemente inalterable, ni constantemente cambiando. En el equilibrio se
haya la (“recta”) vía de una PERSONA que se precie coherente y
flexible. Sin desviarse de la ruta pero, si fuese precioso, bordearla para
volver a la misma. El camino rectilíneo no siempre es el más corto para poder
llegar a nuestro destino. Las curvas son bellas (y excitantes) si las sabemos
coger con gracia y (mucho) tino.
El
miedo no siempre es prudencia. Las (brillantes) ideas
y, sus enemigas, las dudas. Estas últimas generan un torbellino de obstrucciones
innecesarias, e inmovilizantes, que frustran magníficos proyectos y abortan
lúcidos pensamientos.
Por todo ello, la inseguridad no es buena consejera. La obsesión
compulsiva bloquea, o retarda, radiantes inicios. La dependencia hacia los
demás mejor aparcarla cuando se salga de casa. El caprichoso emocional es muy
voluble a los desvaríos del alma, y para nada reflexivo. El impulsivo es
fogonazo, en nada mesurado, de creatividad y olvido: no recuerda; no medita; es
un simple suspiro. Hay que comprometerse para poder mirar –siempre- al frente y
no verse obligado a desviar ojos y destinos. La pereza es inconstancia, e
inmadurez, detestable y aborrecible. Excelencia, y constancia, mejor que
perfeccionismo frustrante (y frustrado) por un terraplén del abandonado recorrido.
La impaciencia, por no saber esperar (el tipo), lo proyecta a un final sin destino
Es deseable hacer tiempo en momentos aciagos y arrancar con vientos propicios.
Los narcisos, y sus ecos, recomendable encerrados en el armario del olvido, por
no aportar nada (el uno y el otro) al universal camino.
Es preciso practicar a soportar el desengaño; a ser maleable,
ya que, a veces, los acontecimientos lo demandan; que una PERSONA, con sus
propias miserias, no es un ídolo de leyendas urbanas que
batalla hasta la extenuación para consumar su sino.
Las PERSONAS tenaces y resueltas,
y que logran sus metas, están al corriente que todo curso hacia un previsible cambio
posee sus grados; y de los trayectos originales de convicción, o desánimo infundado,
se salta a una realidad estimulante en que reparar es lo inteligente para reconciliarse de modo apropiado al entorno para, precisamente, merecer el punto requerido. Cuando revelas que alguno no es lo que aparentemente
dice ser, que te manejan sin compensación, que las circunstancias se han alterado
o que eres artífice de obras no consideradas, o ya obsoletas, es el instante de
iniciar el salto. Sin retorno y sin espasmos. De lo ya pasado no esperemos “palmaditas”. Seamos merecedores de
nuestras vivencias para, asimismo, transformarlas en unas altísimas y valiosas
experiencias. Aprendamos de supuestos errores o de aciertos no reconocidos. ¡Nunca
lo sabrán, ni tú mismo!
¿Cómo adiestrar el impulso de la determinación?
Para podernos determinar en hechos casi asegurados; de los que no nos tengamos
que lamentar, tendremos que discernir nuestras futuras acciones en dos horizontes
claramente diferenciados; para nada desunidos. Por un lado, apoyándonos en un
cálculo racional costo-ganancia. Y, por el otro, alcanzando la denominada
"escuela heurística " (o “Arte de la Inventiva”). Ésta, admite una
sucesión de veredas epistemológicas, en las que se recurren a informaciones
concretas; que se originan en la intuición o en la propia creatividad de nosotros
mismos. Es decir: la intuición (en sus aparentes contradictorias, e
incoherentes, decisiones) nos dota de un plus de asertividad.
Por todo ello, hemos de poder asimilar que, en la especie humana, invariablemente
se hallan dos valores contrapuestos pero, indefectiblemente, unidos a todo
cambio venidero: la lógica de una realidad aplastante, fríamente calculada,
y una intuición imaginativa para poder alcanzar objetivos
aparentemente imposibles pero, a la postre, verídicos. ¡Así somos las PERSONAS, y así
seremos!
Santiago
Peña
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