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Hoy, día 1 de noviembre
de 2021, otoño tardío; Día de Todos los Santos, lluvioso,
pero exiguo. Mañana, día 2, Día de los Fieles Difuntos: Almas
huérfanas, Almas viajeras de cuerpos extintos. El recuerdo eterno de seres
amados es propio de humanos y bien nacidos. El Difunto es un peregrino
que llegó, estuvo y se fue. Se fue, para reunirse con el Altísimo. Ese Altísimo
que todo lo abraza, todo lo sublima y todo lo ensalza. Pero, su Alma liberada
de cuerpo fallecido, espera su ansiado reencuentro con sus seres queridos. ¡Aquellos
que abandonó en un “ataque” de realidad y suspiro! Todo recuerdo
implica una presencia instantánea y sin fecha para el Olvido.
El redescubrimiento se
produjo, se ha producido, se produce y se producirá ¡Desde el más allá; hasta
la mismísima Eternidad!
EL primer Albor,
antes del espacio y del tiempo, emanó desde las oquedades más profundas de un Pensamiento
Superior. No existía la nada, porque la nada no puede existir -¡ni
existirá!- El Oculto surgió desde el pozo más recóndito, custodio de un Conocimiento
Infinito. Por lo que, “El Oculto”, es el primer apellido
del Conocimiento
Absoluto. Todo se sabe; nada se ha descubierto. Pero, en cambio, nada
sabemos. El Cosmos, como hijo aventajado de la Originaria Existencia, es
inconmensurable. No tiene hermanos, pero, sí, posee infinitos mundos. Mundos
diminutos y otros inabarcables, desde el Primer Pensamiento hasta El Último.
El Conocimiento de las Cosas
está “escondido” pero, siempre ha
estado, está y estará. Fruto de este evidente motivo: “nada sabemos, porque
nada encontramos”. La Luz y el Conocimiento, lo mismo
son. El vacío es la desnudez y la ignorancia que sienten aprendices y testigos.
Testigos de un mundo que no comprenden, ni entienden, pero que es dueño de un
sinfín de destinos. Fuimos engendrados desde la unidad, en la que está guardada
la Totalidad
del Conocimiento. El Conocimiento fraccionado ya no es Conocimiento, si no sombras del mismo. El vivir en la penumbra nos recuerda el Conocimiento
Perdido. Estudiamos como forma de recuperar algo que ya habíamos poseído -¡Esta
sensación siempre la he percibido!-.
¿Qué tendrá que ver Platón
con lo que he dicho? ¡Su invocada “Teoría de la Reminiscencia”
tiene mucho de culpa, ante tanto despropósito!
En algunos instantes no
me encuentro y no me considero en un estado de ocasional extravío. El mundo es receptor
de la cáscara del Olvido. Nadie sabe quién es el que nos “regaló” la Vida. No, nuestra anémica vida. Si
no, la Primigenia Vida: aquella que eclosionó y se depositó en un orbe
inconcluso, volcánico y difuso.
Todo somos hacedores de mundos
perfectos. ¿Cómo es posible que seres imperfectos, desde el pensamiento, sean
capaces de engendrar mundos, maravillosamente, perfectos?
La Vida es una fracción de
tiempo con fecha a término. Y… ¿después, qué vendrá? Ningún mortal lo sabe
porque nadie podrá dar fe de lo acaecido.
¡Dios del firmamento, que encarnas la unidad, ayúdanos a surcar los océanos de la infinitud! ¡De una Eternidad, sin espacio, sin tiempo… pero, con Todo el Conocimiento y con Toda la Luz! Por todo ello, el Conocimiento no abarca ni espacio ni tiempo: ¡Está! Y la Luz no abarca ni espacio ni tiempo: ¡Está!
La inexistencia es el
vacío confirmado. En el algún momento, de nuestras infinitesimales, y humanas,
vidas, habremos dejado de existir para el Supremo Hacedor… ¿Se habrá dado
cuenta de nuestra minúscula presencia; habrá reparado en nuestro raquítico
deambular? ¿Qué somos, realmente, ante la imperecedera presencia de un Universo
Perpetuo? Prácticamente… ¡nada!
¿Y el Olvido,
qué es el Olvido? El Olvido es la prueba fehaciente de
una Luz
huérfana y solitaria; y es una multitud, ya inexistente, frente un Conocimiento
en desamparo, pero entero y unido.
¡Qué tristeza y qué dolor!
No somos, realmente, nada ante la majestuosidad de un Universo que es Todo Conocimiento y Toda Luz.
¡Qué alegría y qué resplandor!
El Cosmos es la Plenitud de la Existencia, del Conocimiento y de la Luz.
Santiago Peña
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