* * *
Esto es la PERSONA, y, éste, es el gran drama existencial de todo ser pensante (transcendente) dotado de un cuerpo, de un pensamiento y de un espíritu. Somos tres aspectos representados en una misma, y única, presencia. O, lo que es lo mismo: somos una misma, y única, Realidad. Por todo ello, la principal tarea de la PERSONA, a lo largo de su corta trayectoria existencial, es la sacrosanta (re)unificación de sus partes para acabar siendo, indudablemente, Una.
Pero, a la vez, somos luminarias y penumbra. Somos luz de un día y somos obscuridad en la eternidad. Somos la llama que alumbra nuestras existencias y somos la oquedad que oculta nuestra orfandad. Soledad de espíritus reencarnados para volver a comenzar. La rueda de la infinitud, alojada en el mismísimo “sanctasanctórum” de unos corazones renacidos y, así hasta el final, de la propia existencia universal:
Las lágrimas de Brahman derraman savia de vida, después de eones de un letargo mortecino y sutil. El tiempo, de nuevo, llama al tiempo y, todo, vuelve a empezar. El espacio se encogió, hasta desaparecer. Brahman despertó, una vez más, y el espacio-tiempo, otra vez, reapareció; como siempre, sin pestañear. La humanidad, invariablemente, resurgió, en un reconstituido barullo, entre mandriles y babuinos; entre cactus y rosas; entre medusas y delfines; entre la obscuridad y la luz.
Santiago Peña
* * *
No hay comentarios:
Publicar un comentario